Rendida a Sus Pies - 20 -
De a poco y desde que se inauguró el Sai Kulwant Hall, las celebraciones de casi todos los festejos se empezaron a hacer ahí mismo, sin necesidad de mudarnos todos al Poorna Chandra.
Ya sea que vinieran las bailarinas de Thailandia o músicos de Kerala, los percusionistas de las escuelas de Zambia (África), alguna distinción especial o entrega de premios, conciertos específicos de los alumnos ¿Y por qué no?, presentaciones extraordinarias de músicos afamados, Ahora, rápidamente, se instalaban micrófonos en medio del Hall, frente al sillón de Swami y desde allí, desplegaban todas sus gracias.
Sentados en el piso, los únicos que veían bien eran: los señores sentados en la veranda, los alumnos y Swami.
Si hubiera sido en el Poorna Chandra, las actividades se hubieran desplegado en el escenario elevado, pero en el Hall nuevo no, allí todo era (siempre) a ras del suelo. En algunas ocasiones, como complemento escenográfico, levantaban paneles pintados o con motivos alegóricos, lo que hacía todavía más difícil poder entender que era lo que pasaba en el improvisado escenario. Esta era la razón por la que, a veces, esperar que el show terminara para verlo regresar a Baba caminando hacia Su residencia, podía volverse un poco tedioso e incómodo. Podían ser varias horas de espera y eso “liquidaba” todos los huesos de cualquier cuerpo.
Esa tarde, estábamos Fernanda y yo sentadas en primera fila y, aunque el espectáculo de danzas y acrobacias típicas durara “mil horas”, nos quedaríamos sentadas allí, inamovibles. Incómodas, pero inamovibles.
Desde la mitad del Hall, que era donde estábamos sentadas, al lugar designado como escenario habían unos 20 metros y no se veía nada, solo un par de cabezas, cada tanto, moviéndose de acá para allá, aunque los estudiantes, que se habían sentado enmarcando el escenario, aplaudieran entusiasmados.
Confieso que yo no estaba en uno de mis mejores días.
Me irritaba no ver NADA y mis pensamientos iban de acuerdo con mi descontento, mientras me acomodaba por acá y por allá tratando de que no se me durmieran las piernas (sentadas en primera fila no estaba permitido estirarlas hacia adelante... Aunque Swami no estuviera presente, que si lo estaba), por eso me hamacaba levemente hacia un lado, hacía el otro y si podía, un poco hacia adelante, mientras veía a Baba sonriente, disfrutando el espectáculo. Este parecía bueno, pues cada tanto, los muchachos aplaudían o exclamaban admirados.
Me dio la impresión que eran bailarines acróbatas pues, los veía girar sobre sí mismos, como si estuvieran sobre un disco o una bola, también podía ser sobre una botella.
La música, un poco aguda y estridente (para mi gusto), me parecía ligeramente desafinada, pero (¡Eso sí!) muy entusiasta. Este era el derrotero aproximado de mi pensamiento:
- Swami, no vemos nada. ¿Para qué nos hiciste quedar aquí, si solo vemos un par de cabezas yendo de acá para allá?
Y así rumiaba mi fastidio, con poco entusiasmo y muy acalambrada.
El show fue inusualmente largo ya que después vinieron los saludos, un par de materializaciones para las estrellas del espectáculo, algunas fotos y... ¡No terminaba más!
Por fin culminó todo y El Señor emprendió Su camino de regreso a la residencia. Cualquier malestar se pasaba rápidamente, cuando Él desplegaba Su energía amorosa sobre todos nosotros.
Nos llenó de alegría ver que había decidido regresar por el sendero principal, donde nosotras estábamos sentadas esperando.
Venía muy sonriente, murmurando algo aquí y allá. Cuando estaba a unos cuatro metros, antes de pasar frente a nosotras, me miró y con entusiasmo casi infantil, me preguntó desde lejos:
- ¿Y... Te gustó el espectáculo?
- ¡Oh, Swami! Respondí medio atragantada y bastante colorada.
- Estamos muy felices y muy agradecidas.
Lo que, en ese preciso instante, era absolutamente cierto.
- ¡Ah...! Dijo Él, y siguió caminando hacia Su casa.
Hoy no me caben dudas, estoy segura que debo haber sido la que más rezongó en “su cabeza” (si es que alguien más lo hizo), por eso vino directamente a mí, a interpelarme.
¿Saben una cosa? Siempre me arrepentí de no haber tenido el valor de decirLe:
- Estamos muy felices, Swami, pero no vimos nada del show.
Ahora que lo pienso por un segundo... Creo que Él me hubiera respondido:
- El show no era para ustedes, el show era para Mí. Ustedes vinieron y se quedaron para verme y todos lo pudieron hacer, ¿Verdad?
Y la respuesta adecuada hubiera sido:
- Si Señor, así fue... Y sinceramente, estamos muy felices y agradecidas.
Mi bochorno no terminó allí, antes de pararse, todas las mujeres a mi alrededor, me agradecían por lo que Le había respondido a Baba, pues se sentían identificadas.
Cómo podía explicarles que Swami sólo me había dado una lección, por ser tan cascarrabias? De la forma más amorosa posible me dio un tirón de orejas... Eso me recuerda otro momento en que todo parecía lo opuesto.
Era una mañana muy lluviosa y fría de Setiembre del ‘98.
Todavía vivíamos en el PH y había bajado mucho la temperatura ambiente. Por supuesto el departamentito no tenía agua caliente, no me había bañado la noche anterior y a las 6 am me daba mucho flojera pensar en tomar una ducha, además afuera llovía a cántaros. Para empeorar las cosas, nos habíamos quedado dormidas y cuando vimos la hora, Fernanda y yo, nos vestimos a toda velocidad y salimos corriendo hacia el Hall. Largamos las sandalias por ahí y como ya era muy tarde, nos dejaron entrar por la puerta del fondo, cerca del ingreso al templo. ¿La verdad? Veníamos embarradas, bastante mojadas y desacomodadas y nos sentamos donde pudimos, jadeantes.
Casi inmediatamente, como si nos hubiera estado esperando, empezó el Darshan...
Aún resoplábamos por la corrida cuando vemos que, una vez más, Swami llamaba a nuestro grupo a entrevista... ¡Por tercera vez! ¡Para nosotros era inaudito, pero vamos... No pensábamos discutir y salimos corriendo para la veranda! Nos sentamos allí, muy felices, mirándonos entre nosotros, incrédulos, pero felices, esperando que Swami viniera cuando terminara el Darshan.
Cuando Él llegó a nuestro lado nos miró y muy secamente nos preguntó:
- ¿Cuántas veces van a venir a entrevista?
- Tantas veces como nos llames, Swami. Respondí yo, con mi desafortunada costumbre de replicarle al Avatar...
No se lo veía contento... Fue haciendo pasar a todos y quedé para el último, entonces mirándome con severidad me dice:
- ¡Tú, vete!
El universo estalló dentro mío... ¿Cómo...? ¿Por qué...? ¿Qué pasó?
Fue terminante y no hubo “pero” que valiese, ni el hecho de que mi hija estuviera adentro.
- ¡Go! (¡Vete!).
Y eso hice... Volví compungida a mi asiento pensando: “¿Por qué, por qué, por qué...?”
Me decía a mi misma: “¿Qué hice?”“¿Será porque no me bañé...?” “¿Por qué?” “¡Que vergüenza, no estaba bien arreglada!”
Imaginaba todas las razones más superficiales posibles...
Quedé muy triste y ahí seguía, compungida, cuando la entrevista terminó y los vi regresar a sus lugares, muy serios, todos.
Mi hija me buscó, se sentó a mi lado, me abrazó con ternura mientras murmuraba:
- Menos mal que no fuiste... Nos retó a todos, no fue un momento muy feliz...
Me dejó pensando y dejé de sollozar por dentro.
Entre ustedes y yo, creo que aún así hubiera querido participar, sin embargo Swami no lo creyó igual y, si lo piensan bien... No debe ser nada lindo que Baba se comporte con severidad contigo. ¡Que muestre Su aspecto más "Shivaico"...!
¿Entienden la relación con la otra historia y porqué digo que se complementan?
En una, desde afuera, se veía como un mimo, un halago, sin embargo yo sabía que no era así. En la otra, aunque pareciera una situación humillante, me estaba cuidando, mucho. Aún más que nunca, si eso fuera posible.
Que El Señor siempre nos cuide, en el huequito de Sus manos. ¡A todos!
Y, es mi mejor deseo para todos ustedes, que sean capaces de darse cuenta que así es.