domingo, 25 de febrero de 2018

- Rendida a Sus pies - 18 -

Hacía unos meses que estaba en India y había pasado por situaciones maravillosas, diría que mágicas, pero eso se puede mal interpretar ya que estoy convencida que no tienen nada de mágico, si de milagroso.
Preferiría llamarlas: Iluminadoras.
Varias entrevistas, un par de materializaciones, los festejos de Navidad, donde me permitieron cantar sola, una oración en español creada en Bariloche. Circunstancias extraordinarias, TODAS!
Era Enero y nos aproximábamos a una festividad muy importante para los locales. Las festividad de las cosechas: Pongal Sankranti.

Pongal Sankranti:
"Es el mes de las cosechas, y si estas han sido buenas se celebran con cánticos, bailes y danzas. En el sur de India se celebra el inicio de ‘Pongal’ durante 3 días seguidos, donde se cocina arroz recién cosechado y se organiza la procesión del ganado. Depende de la zona a esta festividad se le conoce de una manera u otra: en Asam se le conoce por ‘Bhogali Bihu’ y por ‘Makar Sankranti’ en el resto del país."

Después de tanto tiempo, ya me había dado cuenta que todas las festividades tradicionales de India, se celebraban solemne, rigurosa y puntualmente en el pueblo de Puttaparthi y adentro del Ashram, también.
Esta vez no sería una excepción y ya habían llegado enormes cantidades de devotos y pobladores de localidades vecinas.
Este festival dura tres días y, uno de los festejos se llevó a cabo en el Poorna Chandra. Cuando se abrieron las puertas, todas las delgadas y (aparentemente), frágiles mujeres hindúes, se lanzaron en estampida para entrar, más rápido y veloces tratando de ocupar los mejores lugares antes que nadie. Creo que es razonable dejarle esos días los mejores espacios pues, aunque vivan relativamente cerca, no pueden (ni remotamente) venir con frecuencia y, para algunas de ellas esa iba a ser la primera y única vez en esta vida... Lo entiendo (ahora), pero en ese entonces, me tomaron por sorpresa pues estaba esperando entrar, sentada al lado de uno de los portones, apoyada en una columna, cuando abrieron las puertas. A duras penas pude pararme, y de repente, me encontré en medio de una avalancha descontrolada, de mujercitas que me arrastraban mientras pugnaban por entrar, desesperadas. Empezaron a aplastarme contra una de las columnas, más, y más. Me faltaba el aire... No podía inhalar y nadie se daba cuenta en el fervor por avanzar.
Solo invocar a Swami en ese momento, casi desmayada, me dio la fuerza necesaria para poder empujarlas un poco y recuperar el color y el aire.
Al día siguiente seguían los festejos, era la culminación y (muy sabiamente), decidí “tomarme la vida con calma”... El lugar que me tocase, ese era el lugar que Swami tenía destinado para mí y esta convicción auténtica, muy profunda y sincera me ayudaron a decidir que quería fluir en Su voluntad.
Sabía que habría un desfile con carrozas y adornos alegóricos ya que, caminando por las silenciosas callecitas del Ashram había visto un par de ellas donde las personas a cargo trabajaban denodadamente hasta dejarlas, perfectas. Girasoles, hojas de banano, brazadas de espigas, soles de telgopor y, siempre, una foto o imagen de Swami.
Con calma y en la convicción de que mi lugar sería el que Baba destinaba para mí, aunque fuera el último, elegí sentarme al fondo de una fila, allí al menos, esperaba bajo la sombra del árbol neem.
Empezaron a entrar al compound (todavía no habían construido el Hall) como un aluvión incontenible y veía pasar una tras otras todos las filas y, la que yo había elegido para sentarme, fue la última de todas...
- No importa, pensaba, ellas hoy, se merecen el mejor lugar y si no queda espacio adentro (ya no quedaba ni un huequito libre), esperaré afuera. Mañana se habrán ido y volveremos a nuestra feliz cercanía.
Así, con una serena sonrisa, fui avanzando y apenas cruzaba el portón de ingreso, la Mataji, señora muy distinguida a cargo de la organización y disciplina allí adentro, me toma por un brazo y me ordena (un poco confusamente, para mi poca capacidad de comprensión):
- ¡Here, here! (¡Aquí, aquí!) y me obliga a sentarme.
Para hacerla corta, como era la ante última en entrar, el espacio y capacidad ya estaba completamente colmado, ella “inventó” una nueva fila, adelante de las que ya se habían formado, y terminé sentada en primera fila, a diez metros del portón de ingreso, por donde llegaría Swami y pasarían todas las carrozas. Yo tenía el asombro reflejado en mi rostro... Me parecía increíble y disfruté como nunca, el lugar “regalado” por Baba. ¿O a ustedes les cabe alguna duda que fue Su mano obrando? A mi no, sobre todo, porque cuando salió de Su casa rumbo a la veranda, vino en línea recta hasta donde estaba, y mientras avanzaba muy sonriente, acercándose a mi, lo juro...
¡Me hizo un guiño con Su ojo izquierdo!
Para ser muy sincera y mal que me pese, nunca antes, pero tampoco después, he podido mantener esa actitud, esa emoción y esa desapegada entrega a Su voluntad como logré ese día, y créanme, fue:
¡MARAVILLOSO!
El desfile fue muy simple pero muy emocionante. Por un lado no podía dejar de pensar en el guiño de Swami pero por el otro, la devoción maravillosa de toda esa gente ofreciendo lo mejor que tenían con entusiasmo y verdadero amor, era también, muy conmovedora.
Hubieron muchas cosas como esas que no dimensioné bien en el momento que ocurrieron, pero fueron dejando un importante “efecto residual” en mi. Como el invisible “Rayo de la Felicidad” que me impactó sin darme cuenta ¿Lo recuerdan? Todas fueron experiencias transformadoras de vida, puliendo mi alma y enseñándome a valorar, profundamente, cosas aparentemente tan simples como:
Un guiño cómplice en los ojos del Avatar de la Era...
Ni más, ni menos.

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