Rendida a Sus pies - 14 -
Ya les conté que desde niña padecía de brotes de eccemas varios. Los aros no solo no ayudaron con esto, mantuve por meses los lóbulos machucados, morados e inflamados.
Insistía en no sacármelos, pero... Se me iba haciendo cada vez más difícil soportarlos.
Se había corrido la voz de que Swami me había dado una dieta para que adelgazara y, en general, se esforzaban para ayudar.
Un ejemplo: En la cantina preparaban la ensalada de frutas y, antes de agregar las bananas, servían una porción para mí.
Otro: María, una encantadora muchacha que vivía en España, de regreso a su país, me compró unas almohadillas para poner en los aros y suavizar la presión. Fue tan generosa que se encargó de hacérmelos llegar con el próximo grupo de devotos viajeros. Ese recurso dio buenos resultados y el dolor se calmó bastante.
Aún así, pasaban los meses y yo seguía con mis orejas machucadas.
Llegué a consultar con una Dra. hindú especializada en medicina ayurvédica. Ella sugirió, que al darme un par de aros, probablemente, la intención de Swami era que no olvidara sus palabras... Hoy me doy cuenta que tenía razón.
Venía resistiendo bastante bien las tentaciones, pero los miércoles eran los días más difíciles pues, en la panadería hacían pizza y el aroma a pan y queso lo invadía TODO.
Descubrí que en la Estación de Ómnibus había una balanza de uso público y fui muy oronda a pesarme.
Subí y bajé de ella cuatro o cinco veces antes de darme cuenta que: ¡Solo pesaba hasta 86 kilos!
- Claro (pensé luego), si acá todos son tan delgados... ¿Quién necesitaría más que eso? ¡Pues... Yo!
Resistirme a los cremosos helados que se fabrican en el Ashram, también era todo un desafío.
Pero, venía bien controlada y estaba por cumplir tres meses de rigurosa dieta, hasta un día, en que mi grupo argentino se dio cita a la tardecita para festejar (quizás) un cumpleaños y habían comprado una gran cantidad de porciones de pizza.
¡Esa fue mi perdición! Me tenté y comí un pedazo (¿o dos?).
Al día siguiente, la “culpa” me tenía mal. Sabía que había trasgredido una indicación puntual de Swami. Creía que no había nada peor y me sentía taaan culpable...
Fui al Darshan con “cola de paja”. Nos tocó primera fila y nuestro grupo ocupaba todo el frente. Súbitamente, la señora sentada a mi derecha me dice:
- Me siento mal... ¡Creo que me voy a desmayar...!
- ¿Qué querés hacer? Le pregunté, con muy pocas ganas de dejar mi puesto... ¡Sinceramente! ¿Para que voy a mentirles?
- ¿Te parece que no vas a resistir? ¿Querés que llame a una seva? La abanicaba y le rogaba a Swami con toda mi alma para que ella mejorara.
Finalmente las sevas se dieron cuenta que algo pasaba y vinieron a ver, le trajeron un poco de agua y, empezó la música que anunciaba Su presencia.
Entre todas, nos pusimos de acuerdo, y nos sacamos los pañuelos que nos distinguían como argentinas y los acomodamos en el piso, haciendo una especie de camino.
La idea era que Swami, “caminara sobre Argentina” aunque fuera solo así, simbólicamente.
Él, graciosamente se acercó a nosotras y fue pisando uno a uno, todos los pañuelos.
Cuando llegó junto a mi vecina yo le rogaba mentalmente:
- Señor has que ella esté bien, por favor. Este ruego resonaba en mi cabeza ya que la señora en cuestión nos había confesado que padecía una grave enfermedad.
Empiezo a decirle a viva voz:
- Swami, por favor...
Me interrumpe, y en ese momento repitió exactamente mis propias palabras cuando le había pedido ayuda para adelgazar:
- Que puedo hacer si vos no me ayudas...?
La mayoría de las veces me llevaba un tiempo terminar de descifrar el intrínseco mensaje que se desprendía de Sus palabras, pero esta vez no.
Me puse colorada...
Comprendí instantáneamente a que se refería.
¡A la pizza con queso de la noche anterior!
Creo que no hace falta confesar, que de vuelta en el “mundanal ruido”, de regreso en Argentina, nunca más pude seguir sus indicaciones con tanto rigor.
¡Si, si, los sé! Muy tonto de mi parte, pero lentamente, cada día se hacía más arduo sortear las tentaciones o, las dificultades cotidianas de una comida en un país donde las cebollas, las zanahorias, el ajo, las papas y sobre todo el queso, reinan.
Lentamente recuperé el peso perdido y le añadí algunos kilos más. Swami no volvió a mencionar el tema, o mejor dicho, solo Lo hizo una vez, años después durante el Darshan. Al pasar a mi lado me dijo:
- Pakora, estás muy gorda, no hay espacio suficiente para vos en la sala de entrevistas.
Yo, con una audacia inesperada contesté:
- Swami, mientras en Tu corazón haya lugar suficiente para mí, no necesito nada más.
Se paró, giró, me miró, con tanta intensidad que casi me asusta, después, siguió Su camino.
PD: A medida que los años fueron pasando, logré perder muchos kilos (nunca los suficientes), pero fue debido a enfermedades, malestares y complicaciones en mi salud. Nunca tan feliz y cómodamente como en aquella época bendita.
No recuerdo el día exacto en que Swami empezó a llamarme Pakora, solo sé que esa es Su manera cariñosa de llamarnos a todas las mujeres gorditas.
¿Que significa pakora?
Es una comida del sur de Asia que consiste en pequeños trozos de verduras, carne o pescado, rebosados en masa (una mezcla de harina de garbanzos y líquido) y posteriormente, fritos. Son como bollos redondos.
¡Ustedes saquen sus conclusiones!
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