viernes, 2 de febrero de 2018

 - Rendida a Sus pies – 7 –

No es fácil adaptarse a estilos culturales y estéticos tan diferentes.
No me malinterpreten. Creo que en su gran mayoría el pueblo hindú es maravilloso pero, para bien o para mal, no nos parecemos en (casi) nada y entre nosotros hay pocas costumbres en común. Ni mejor ni peor… Distintas.
En el interior de Prasanthi Nilayam se conserva una prolijidad y limpieza prístina pero en los alrededores del pueblo, no.
Adaptarse a eso lleva un tiempo y a veces, probablemente, no se logra nunca.
Pasaba la gran mayoría del tiempo en el interior del Ashram,  donde se consigue TODO lo que se pueda necesitar para el día a día (ropa, comida, art. de limpieza, helados, pan y los miércoles: Pizza… ¡Bueh! Sui generis, pero ¡Pizza al fin!).
Aun así, una que otra vez, me gustaba salir a caminar por el pueblito, desconfiada pero, fascinada por las diferencias. En aquellos tiempos la cantina occidental aún no estaba habilitada y como se acercaba una de las grandes festividades para el hinduismo: Dussehra o Dasara, cada vez llegaban más personas y las largas colas para desayunar se hacían interminables, en parte, porque si había una persona haciendo fila, cuando llegaba el momento de entrar “surgían”, de la nada, otros 20 integrantes de la familia (¡o no!)que sonrientes y sacudiendo levemente sus cabezas ingresaban antes que yo, pese a mis airados reclamos.
Se morían de risa… Yo les hablaba en español, ellas me respondían en su dialecto ¡No nos entendíamos para nada!
Entre las pocas cosas que aprendí a decir rápidamente fue: “Acha” (si), “¡No, amma, no!”(¡No señora, no!) y, "¡Go to the line!" (Vaya a la fila).
Esta celebración se lleva adelante para festejar el triunfo del bien sobre el mal y, según Wikipedia es: “Uno de los festivales hindúes más importantes que se celebran en la India, Nepal, Sri Lanka y Bangladesh, así como en partes de Pakistán.”
Adopté la costumbre de salir por Main Rd, la calle que circunvala el Ashram y cruzarme a un merendero que estaba, justo enfrente, para desayunar algo y regresar a mi habitación, rápidamente. Así podía disponer de un par de horas para  descansar antes de que volviéramos a hacer filas para el Darshan de la tarde.
Piensen: Me había levantado a las 4 am.
Sé que las cosas han cambiado bastante en estos días pero en aquella época, no era sencillo conseguir un lugar medianamente higiénico, confiable, para sentarse y disfrutar de una gran “dosa” (especie de enorme panqueque de harina de arroz) con un masala chai o un jugo exprimido de naranjas. ¡No señor!
¿Recuerdan que anteriormente les conté sobre la:"Lección 1"? Acá va otra…
Lección N° 2: NUNCA coman verduras crudas o agua que no venga embotellada y, si es con gas, mejor. Esta regla es para toda India, excepto dentro del Ashram, allí el agua es potable 100% y me consta el esmero con que lavan las verduras en la cocina de la cantina occidental.
Al llegar la culminación de la festividad, el alojamiento en el Ashram estaba completo (por no decir, desbordado) aun así la gente seguía llegando, entonces, empezaron a acomodarse en todos los rincones posibles. Familias completas (numerosas), acampando bajo un enorme árbol de baniano o cualquier otro que los protegiera, medianamente, del sol o intempestivas lluvias. Otras, en los rellanos de las escaleras y también ¿Por qué no? En cada escalón de los diversos edificios. Allí dormían, comían y pasaban el tiempo entre Darshans o diversas celebraciones dirigidas a festejar los aspectos femeninos de Dios.
Hacer las filas para entrar al recinto (compound) se iba haciendo complicado y si en el sorteo te salía uno de los primeros números podías darte por satisfecho. Ni hablemos si llegaba a tocarte el uno…
Esa afortunada tarde nos tocó entrar primeras y todas en la fila lo celebrábamos silenciosamente. Nos preparábamos con mucho esmero para ingresar a la "velocidad de la luz" y así poder sentarnos lo más cerca posible del sendero por donde  Swami pasaría caminando. Fue un poco decepcionante entrar (corriendo como gacelas), para darnos cuenta que las dos primeras filas estaban ya ocupadas por personas distinguidas que habían llegado para las celebraciones finales.
Eran las 13.30 hs. Hacía muchísimo calor y yo acarreaba conmigo una carterita pequeña, un almohadón, para amortiguar las horas y horas de espera allí sentada, y dos (¡si, dos!) abanicos, uno para cada mano.
Éramos varios miles de mujeres y seguían entrando en un lugar que había colmado su capacidad hacía rato.
Eso de: La "burbuja" de espacio personal, allá no se aplica. Estábamos muy apretadas pero, la señora alemana que tenía sentada delante me echaba miradas fulminantes cada vez que la tocaba… Terminé sugiriéndole (en algún momento) que si no le gustaba que la tocaran se fuera a meditar a una cueva de los Himalayas pues allí, donde estábamos, eso era imposible. Por el resto, me rodeaban un pequeño grupo de mujercitas hindúes que estaban excitadísimas y muy felices. Parecía que era la primera vez que iban a Prasanthi Nilayam. Veamos… Cuando estás sentado en "posición de loto", en general, las rodillas no alcanzan a tocar el piso (al menos, no las mías) y quedan ligeramente elevadas del piso. Mis sonrientes compañeras de fila, me hablaban en su dialecto, que por supuesto NO entendía, muy sonrientes y sudorosas, apoyaban sus rodillas sobre las mías y estaban felices con la inesperada comodidad descubierta, así… Súbitamente! Créanme, era una posición muy dolorosa y tenía que correr sus rodillitas huesudas constantemente. Atrás mío estaba sentada una de ellas con un bebe en brazos que pateaba, manoteaba, jugaba con mi ropa con absoluta libertad y quería quedarse con uno de mis abanicos, después de chupetearlo por todos lados.
Así la cosa, tenía una alemana quisquillosa delante de mí y a cuatro o cinco hindúes revoltosa a mi alrededor, el sol a esa hora golpeaba inclemente y sin embargo… Pude observarme por unos segundos sentada ahí, abanicándome a dos manos, esquivando rodillas, gestos airados y aun así, mi sonrisa iba de oreja a oreja y, cerrando los ojos, en mi infinito espacio interior solo veía brillar una luz dorada – verdoso, serena, solo una profunda calma me cubría y el arcón donde "guardaba" mis penas y tormentos, ya no estaba más allí.
La dulce música que pre anunciaba el Darshan empezó a sonar, nos preparábamos, todos, felices, para ver llegar a nuestro amado Maestro y ahí me di cuenta…
¡Si…! Estaba en una situación que parecía el súmmum de las molestias e incomodidades  y  sin embargo, estaba allí, presente, sonriendo con los ojos, la boca y el corazón.
¡Sí, Señor!
El "Rayo de la Felicidad" me había atravesado.
Yo no había sido capaz de darme cuenta como o cuando, pero había pasado.
¡Sin dudas!
¡Era feliz, gracias Señor!


No hay comentarios:

Publicar un comentario