Rendida a Sus pies- 16 -
Entre un Lingham y otro, Swami materializó un anillo para mi.
Era de plata, con Su imagen en un camafeo de cerámica y Él lo puso en el dedo anular de mi mano derecha.
No había pasado mucho tiempo desde que lo usaba, cuando me di cuenta que empezaba a rayarse... Una línea por acá... Otra por allá y lentamente, se iba viendo más la cerámica blanca, que la cara de Swami.
¡Por Dios! Era algo que me preocupaba muchísimo.
No crean que no hacía auto indagación... ¡Constantemente!
Estaba afligida, y me cuestionaba a mi misma:
- ¿Que estoy haciendo mal?
En un par de años, quedó totalmente en blanco, y ya me estaba resignando a que fuera así.
Trabajaba con mucho compromiso dentro de la Organización Sai y durante una entrevista le pedí a Swami una de Sus túnicas naranjas, para el Centro Sai de Bariloche y me la dio. ¡Muy feliz!
La llevé con mucho amor y allí la dejé.
En otra oportunidad, otra entrevista feliz, le pedí una para El Bolsón y también me la dio... Hasta allá fui para entregarla y allá quedó. ¡Siempre muy feliz!
Por último, le pedí una para el templito de Valle Escondido, de Bariloche y... ¿Saben qué? ¡Me regaló otra más para ellos...! Fueron circunstancias tan felices y tan poco comunes, y siempre me regocijaba entregarlas, compartiendo la alegría de los destinatarios.
Pasaron un par de años y viajamos para Gurú Poornima (la Festividad del Maestro Espiritual). Creo que el primer Congreso de la Juventud se celebró ese año y participábamos con Fernanda, activamente. Si mal no recuerdo, fue para esa ocasión que fabricamos, con mucho amor y buena voluntad, entre varios devotos de mi pueblo amado, enormes (¡ENORMES!) ramos de flores de papel crepé y otras flores confeccionadas en tela, también muy grandes, para adornar tanto el Sai Kulwant Hall, como todo el contorno del arco de Ganesha, delante de la cual se sentaría El Señor.
Nuestro esfuerzo dio frutos. Llegamos a India con toda la delegación, cargados con esas enormes cajas conteniendo los adornos y, pasar por los scaners del Aeropuerto Internacional de Bombay, solo fue posible gracias a Swami... Es decir, mencionábamos que eran para llevarselas a Él, y se allanaba el camino.
Nos encargaron a Alicia A. y a mi, que hiciéramos los carteles identificatorios de cada país para el desfile de inauguración y eran... ¡Muchísimos! Ella no viajaba pero trabajó incansablemente y pude lleguar con casi todo listo y un par de decenas de carteles en blanco, varillas pintadas en el Centro Sai de San Telmo y letras autoadhesivas en cantidad y me pasé, armando (a las disparadas), los que aún no estaban hechos de países agregados a último momento. Por suerte, nunca me “ahogué en un vaso de agua” pues, las letras, se acabaron y tuve que improvisar. ¿Siempre a las corridas, verdad?
De ahí, derecho (corriendo) al Hall a instalar el arco y los adornos florales. Teníamos hasta la medianoche y(¿cuando no?) corríamos contra el reloj. ¡Con un poco de ayuda, lo logramos, lo logramos!
No estaba demasiado segura sobre la firmeza con que había quedado amarrado el arco de la veranda, (no nos alcanzó el tiempo del que disponíamos). Esto me ponía muy nerviosa pues era lo que enmarcaba el sillón donde, Swami se sentaría, pero rogaba y confiaba en Él para que nada malo pasara y así fue.
Al día siguiente, en vez de relajarme y disfrutar de la colorida recepción, del desfile multitudinario, tan pletórico de energía joven, me la pasé viendo, obsesivamente, la oscilación del adorno sobre la cabeza de Swami porque, una loca paloma intentaba anidar entre las hermosas flores del arco que habíamos confeccionado, tan dedicadamente, siguiendo la creatividad de Fernanda B., y con la generosa e invalorable colaboración de muchos barilochenses. Tengo miedo de olvidar a alguno, por eso no los nombro pero, fue un trabajo impecable, maravilloso y les estaré agradecida por siempre, de verdad... Tengo fotos. ¿Las quieren ver?
Eventualmente esos festejos terminaron y nos mudamos, todos, en caravana detrás de Swami, al Ashram de Whitefield. Quizás nos quedamos allí unos 30 días, no lo recuerdo bien, pero si sé que para la festividad de Krishna, ya habíamos regresado a Prasanthi Nilayam.
Dice Wikipedia:
“Según el hinduismo, Krishna es uno de los numerosos avatares (‘encarnaciones’) del dios Vishnú. En cambio según el vaishnavísmo, Krishna es la forma principal de Dios, de quien emanan Visnú y los demás dioses (como Shiva y Brahma).
El mismo Krishna declara: «Siempre que la rectitud decae y aumenta la injusticia, yo me manifiesto; y para la protección de los virtuosos, la destrucción de los viciosos y el restablecimiento de la rectitud, yo encarno de era en era» (Bhagavad-gītā, capítulo IV, versos 7-8).
Es uno de los más importantes personajes históricos adorados de la India.”
“Janmashtami también conocido como Krishna Krishnashtami, Saatam Aatham, Gokulashtami, Ashtami Rohini, Srikrishna Jayanti o Sree Jayanthi es una festividad del hinduismo que celebra el nacimiento de Krishna, un avatar de la deidad Vishnu. La festividad siempre se realiza entre mediados del mes de agosto y mediados del mes de septiembre del calendario gregoriano.”
Como culminación de los festejos Swami dio un discurso donde entre muchas otras cosas dijo:
- Lo único que se le debe pedir a Dios es: Paz, en el corazón, bienaventuranza en el corazón y felicidad en el corazón.
Ese concepto había quedado dándome vueltas en la cabeza. Lo pensaba y lo repetía con frecuencia.
Con Fernanda vivíamos fuera del Ashram porque se habían vencido los dos meses que se autorizaban para vivir adentro. Nos habíamos mudado sobre Chitravatti RD. a una especie de PH y nuestros vecinos y propietarios, eran una pareja de ancianos, parientes de Swami.
Solo hablaban telegu y el había sido maestro. Fer empezó a estudiar este dialecto con el y lo llamaba mi guru, y a él le encantaba.
Nos gustaba vivir allí, la energía era hermosa. Era un buen lugar y alguna que otra vez incorporamos otra huesped, como Vero, de San Martín de los Andes.
Teníamos una pequeña veranda y algunas veces organizábamos sesiones de cantos devocionales en español, para no perder la costumbre.
Era todo muy sano y dedicado a Dios.
Una mañana, desperté súbitamente con una idea muy clara en la cabeza.
- ¡Ya se porqué la superficie del anillo ha quedado en blanco - me dije - es porque estoy muy apegada a la forma de Swami, y necesito aprender a reconocer a Dios con todos Sus Nombres y todas Sus Formas...!
¡Si...! En mi corazón, profundamente SABÍA que esa era la respuesta.
Estaba tan convencida de mi acerto que una nochecita, esperando mi turno, en un locutorio para llamar a Argentina, veo que el señor que estaba pagando (un señor de veranda, muy digno, sin dudas) tenía un anillo más grande que el mío, de oro y la superficie de la cerámica blanca, blanca, blanca.
Les voy a ser muy sinceros, no se de donde me salió el coraje de interpelarlo y creo que jamás lo hubiera hecho si no hubiera estado tan segura, la cuestión es que le digo (¡En inglés!) ¡Oh, la superficie de su anillo se ha quedado en blanco, como la mía! ¿Sabe usted porqué?
Este buen señor, sin mirarme, murmuró algo así:
- Tiene muchos años... Es muy viejo...
Y yo, desde el “pináculo de mi repentina iluminación”, contesté:
¡Ah, no, no, no es por eso...! Es para que aprendamos a reconocer a Dios con todos Sus Nombres y todas Sus Formas...
Y quedé allí, tan satisfecha.
Por una fracción de segundo el me miró y volvió a murmurar:
- Puede ser, puede ser...
Terminó de pagar y se fue.
Hoy, estoy (casi) segura que ese señor era: Narasimha Murthy.
Alguna vez, si puedo, se lo preguntaré...
No había pasado mucho tiempo cuando un día, Swami llama a nuestro grupo a entrevista.
Ya en la sala de entrevistas, nos arremolinábamos a Su alrededor y materializó un anillo con un diamante transparente para un muchacho de Buenos Aires al que miraba muy amorosamente y le decía:
- Good boy. (Buen muchacho)
Mirando mi mano, me pide que le pase mi vapuleado anillo de plata. Cuando me lo saqué, me di cuenta de cuan estropeado estaba... Aplastado, el camafeo borrado, cuando Él lo recibió lo miró como con incredulidad y me dice:
- ¿Que hiciste con esto?
- ¡Trabajar muy duro! Le respondí convencida.
- ¿Que es lo que quieres? Vuelve a interrogarme.
Inmediatamente recordé Su discurso de día de Krishna Janmashtami y empecé a repetir Sus palabras:
- Paz en el corazón...
- ¡Oh! ¿Paz en el corazón...? Me interrumpió - ¡El verde es Paz! Y soplando aquel viejito anillo de plata, lo movió por una fracción de segundos entre Sus dedos, de repente, era un centelleante anillo de oro con un diamante verde en el, que aún me encandila, a diario.
Lo puso primero en el dedo central de la mano derecha, pero rápidamente lo cambió al anular y allí lo dejó.
Casi no lo puedo creer pero... ¡Han pasado 20 años de ese trascendental momento de mi vida!
Para no perderlo, con los años lo volví a poner en el dedo del medio pues, temía que se me cayera ya que, al perder peso, empezó a quedarme grande.
Los efectos sutiles del accionar de Dios nunca son bruscos ni evidentes, nunca podré describir con justeza, apropiadamente, todos los cambios por los que fui pasando a lo largo de tantos años, solo se una cosa con certeza:
Om Sai Ram
ResponderEliminarGracias Silvia, estes donde estas, se que me escuchas...gracias por tu relato, vivencie cada hecho... y quiero agradecerte tenerte presente en casa, con un objeto devocional tuyo... gracias
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