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Rendida a Sus pies – 9 –
Tengo que
confesar que (probablemente), una que otra vez, pueda llegar a mezclar los
tiempos. Que no recuerde con certeza en que año fue esto… O aquello. Eso sí,
les doy mi palabra que todo lo que les cuento es cierto, y así pasó.
Después de
trabajar con Tito, hice un intento de experiencia laboral autónoma. Monté un
taller de pinturas artesanales, aplicadas a objetos concretos. Pintaba
almohadones, camisolas, mochilas y cosas por el estilo y ya estaba consiguiendo
una clientela fija. Arrancó con mucho esfuerzo, y estaba empezando a marchar
bien cuando un incendio arrasó con TODO…
Trabajaban conmigo
dos muchachas que fueron más o menos afectadas por la explosión y necesitaron
un buen tiempo para recuperarse. En el momento del siniestro yo no estaba
trabajando allí, por eso a mí no me pasó nada, no sufrí daños físicos, solo
perdí todo lo material, pero el dolor del alma era insoportable. Yo, quedé
incinerada por dentro ¡Literalmente! No podía tocar un pincel sin ponerme a llorar,
desconsoladamente, y aunque los años fueron pasando y el efecto ya no lo sentía
tan devastador, nunca más había podido volver a pintar, ni hacer trabajos donde
se pusiera de manifiesto mi creatividad.
Si mal no
recuerdo, este era mi segundo viaje a India. Seguía sin entender ni hablar
inglés, pero estaba esperando poder entrar en la cantina hindú, cuando vi que, pegado
sobre la pared de la librería había un cartel pidiendo "Artistic painting Ladies" (mujeres capaces de hacer
pintura artística). No confiaba que hubiera entendido bien, por eso, al primer
argentino que pasó le pedí que lo tradujera y, me confirmó que buscaban mujeres
pintoras y había que presentarse a la siguiente mañana, después del Darshan, al final del Poorna Chandra Auditorium (enorme auditorio
cerrado donde se realizaban las más grandes celebraciones antes de inaugurar el
Sai Kulwant Hall.) El auditorio
tiene, distribuidas, poderosas columnas que sostienen el techo en arco. Allí
estaba yo al día siguiente, apoyada sobre una de ellas, frustrada, porque no
conseguía que me dieran ningún trabajo. Evidentemente, no me entendían, ni yo a
ellas. Las señoras a cargo de llevar adelante el trabajo que había que realizar,
solo hablaban inglés o alemán.
Entré y salí
de la zona de operaciones y ya había "rebotado" un par de veces, seguía
sin conseguir nada. Decidí sentarme en la base de una de las columnas, a
reflexionar. Pensaba…
-
Swami,
sería muy importante para mí hacer este trabajo de pintura. Vos sabés bien,
cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que pude usar un pincel y, me
parece, que hacerlo ahora, acá, sanaría mi alma y calmaría mi dolor. Señor,
escuché decir por ahí, que a las "ladies
pintoras" les vas a regalar un saree…
A mi no me interesa y no es por esa razón que quiero hacer el trabajo. Si tengo
que renunciar al saree… ¡RENUNCIO!,
pero por favor, déjame hacer el servicio de pintar…
Estaba sumergida en mis
pensamientos cuando una de las encargadas pasa a mi lado con un enorme papel en
las manos, era el diseño que había que aplicar sobre las grandes lajas que
adornaban los caminos, dentro del Asram (afuera
también hay pero, de esas no teníamos que ocuparnos). Esta señora me mira e,
imperativamente me dice:
-
¡Ah…!
Tú… Ven, sígueme.
Voy a abrir
un paréntesis acá. No tengo ni la menor idea de cómo, o porqué le entendí, pero
eso era lo que quería que hiciera. Obediente, la seguí y cuando me di cuenta,
me habían sentado frente a una de las grandes piedras, en un cruce principal de
caminos y teníamos que re decorarla con flores y pájaros pintados (siguiendo el
diseño que ella acarreaba de acá para allá) y, en el centro iba escrita, alguna
de las frases de Swami, por Ej.: "Ama a todos, sirve a
todos".
Había una
gama de colores que respetar y la pintura y pinceles (de muy mala calidad) los
entregaba un señor, un poco a regañadientes.
Teníamos
exactamente cinco días para hacerlo y dejar todo listo, terminado.
Me
designaron una ayudante pero me temo que ella si estaba allí por el saree. No sabía pintar, ni ayudar y yo
me quedaba sola hasta las 17, ya que, a
esa hora los sevas nos corrían a
todos. Llegando al final de la tarea, había tenido que dejar de ir al Darshan y/o Bhajanes pues veía como se acababa el tiempo y temía no alcanzar a
terminar, sobre todo, después que nos llegó un mensaje de Swami: "A
mediodía hacía demasiado calor, y quería que los pintores descansaran un
rato".
Las jefas,
encargadas de llevar el trabajo adelante eran dos, una más ejecutiva, la otra pintora
profesional. Esta era bravísima. Yo estaba sentadita frente a mi piedra,
pintando con amor y prolijidad y la escuchaba gritonear a otros, indignada,
porque su trabajo no le parecía correcto o ese no era el color que correspondía...
Yo, temerosa, la escuchaba llegar, pararse a mi espalda, y después de unos
segundos marcharse sin decir nada, ¡Estaba contenta con mi esfuerzo! ¡Yo aliviada…!
Alcancé a
concluir mi encargo sin un reproche pero, un día y medio antes del límite, vino
una de las encargadas y me preguntó si yo podía arreglar el "desastre"
(sic) que unas señoras habían dejado en la laja que estaba, justo sobre el
cruce del camino por donde Swami entraba y salía en auto y la senda de
peatones.
-
Lo
intentaré.-
Respondí, y
empecé a trabajar con un tiempo muy acotado,
Me pusieron
otra asistente (¡Hummm! Ella también venía por el saree) pero a mí ya no me importaba. A las 5 de la tarde, del día
siguiente, tenía que estar todo listo. Me iba cuando me quedaba sin luz y,
estaba muy concentrada en solucionar los problemas (fue más difícil arreglar que
pintar todo nuevamente) cuando veo venir a mi ayudante, muy agitada. Quería que
corriéramos juntas hasta el auditorio porque Swami había anunciado Su visita
para supervisar los trabajos.
Le agradecí
pero, me negué. Pensaba y traté de explicarle:
-
Mi
compromiso con Swami es terminar
esto, si voy ahora al hall a esperarlo, voy a perder más de una hora de trabajo
y la luz necesaria, así no voy a poder terminar. No, no voy. Me quedo acá,
cumpliendo con lo prometido…
Y seguí trabajando.
Por la agitación y los movimientos evidentes de las personas
en los alrededores del auditorio, me di cuenta que, efectivamente, Swami había ido a chequear los trabajos,
a bendecir a los encargados y a todos los que se habían reunido ahí a esperarlo,
en ese momento les había anunciado, oficialmente, que a las señoras pintoras
les regalaría un saree, y a los
hombre una kurta… (Sobre este tema
volveré más adelante)
Desde mi lugar de trabajo Lo vi ir hacia el Poorna Chandra, en ese momento, sentí algo
así como un tironcito en el alma pero, sabía que estaba haciendo lo correcto y,
seguí pintando.
Habrá pasado un poco más de una hora (aproximadamente) cuando
escuché murmullos muy notables en la zona del compound y luego, a mi espalda.
No sabía a que atribuirlos pues en general, el silencio y la
calma, es la norma. Levanté la vista, y entonces vi que las pocas personas que
quedaban por ahí estaban en una actitud reverencial, con las manos juntas,
mirando detrás de mí por encima de mi cabeza. Giré con los pinceles y la
pintura en las manos y me paralicé… Swami estaba allí, parado a 5 o 6 metros,
con Sus manos en la espalda observándome pintar.
Sé que van a decir que soy una llorona pero… ¡Los desafío!
¿Quién no lloraría si El Señor del Universo viene a verte, sólo porque estás
honrando tu compromiso?
Yo sollozaba y Swami
empezó a moverse hacia donde estaba sentada, petrificada en el piso, cuando un
hombrecito parado cerca mío hizo un gesto hacia Él, quería adelantarse, pero
con un gesto de Su mano Swami lo
frenó, y en ese momento, Baba dio la
vuelta y regresó hacia la veranda.
La luz se iba, avanzaba el atardecer mientras las lágrimas
seguían corriendo por mi cara, se me hacía cada vez más difícil, escribir en telugu:
"Ten a Dios como tu verdadero amigo."
Al fin, alguien se dio cuenta que yo ya no podía seguir pintando más, una señora local, que sabía escribir bien ese
tipo de grafía, vino y me reemplazó.
Gracias, Señor.
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