viernes, 2 de febrero de 2018

- Rendida a Sus pies – 9 –

Tengo que confesar que (probablemente), una que otra vez, pueda llegar a mezclar los tiempos. Que no recuerde con certeza en que año fue esto… O aquello. Eso sí, les doy mi palabra que todo lo que les cuento es cierto, y así pasó.
Después de trabajar con Tito, hice un intento de experiencia laboral autónoma. Monté un taller de pinturas artesanales, aplicadas a objetos concretos. Pintaba almohadones, camisolas, mochilas y cosas por el estilo y ya estaba consiguiendo una clientela fija. Arrancó con mucho esfuerzo, y estaba empezando a marchar bien cuando un incendio arrasó con TODO…
Trabajaban conmigo dos muchachas que fueron más o menos afectadas por la explosión y necesitaron un buen tiempo para recuperarse. En el momento del siniestro yo no estaba trabajando allí, por eso a mí no me pasó nada, no sufrí daños físicos, solo perdí todo lo material, pero el dolor del alma era insoportable. Yo, quedé incinerada por dentro ¡Literalmente! No podía tocar un pincel sin ponerme a llorar, desconsoladamente, y aunque los años fueron pasando y el efecto ya no lo sentía tan devastador, nunca más había podido volver a pintar, ni hacer trabajos donde se pusiera de manifiesto mi creatividad.
Si mal no recuerdo, este era mi segundo viaje a India. Seguía sin entender ni hablar inglés, pero estaba esperando poder entrar en la cantina hindú, cuando vi que, pegado sobre la pared de la librería había un cartel pidiendo "Artistic painting Ladies" (mujeres capaces de hacer pintura artística). No confiaba que hubiera entendido bien, por eso, al primer argentino que pasó le pedí que lo tradujera y, me confirmó que buscaban mujeres pintoras y había que presentarse a la siguiente mañana, después del Darshan, al final del Poorna Chandra Auditorium (enorme auditorio cerrado donde se realizaban las más grandes celebraciones antes de inaugurar el Sai Kulwant Hall.) El auditorio tiene, distribuidas, poderosas columnas que sostienen el techo en arco. Allí estaba yo al día siguiente, apoyada sobre una de ellas, frustrada, porque no conseguía que me dieran ningún trabajo. Evidentemente, no me entendían, ni yo a ellas. Las señoras a cargo de llevar adelante el trabajo que había que realizar, solo hablaban inglés o alemán.
Entré y salí de la zona de operaciones y ya había "rebotado" un par de veces, seguía sin conseguir nada. Decidí sentarme en la base de una de las columnas, a reflexionar. Pensaba…
-         Swami, sería muy importante para mí hacer este trabajo de pintura. Vos sabés bien, cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que pude usar un pincel y, me parece, que hacerlo ahora, acá, sanaría mi alma y calmaría mi dolor. Señor, escuché decir por ahí, que a las "ladies pintoras" les vas a regalar un saree… A mi no me interesa y no es por esa razón que quiero hacer el trabajo. Si tengo que renunciar al saree… ¡RENUNCIO!, pero por favor, déjame hacer el servicio de pintar…

Estaba sumergida en mis pensamientos cuando una de las encargadas pasa a mi lado con un enorme papel en las manos, era el diseño que había que aplicar sobre las grandes lajas que adornaban los caminos, dentro del Asram (afuera también hay pero, de esas no teníamos que ocuparnos). Esta señora me mira e, imperativamente me dice:

-         ¡Ah…! Tú… Ven, sígueme.
Voy a abrir un paréntesis acá. No tengo ni la menor idea de cómo, o porqué le entendí, pero eso era lo que quería que hiciera. Obediente, la seguí y cuando me di cuenta, me habían sentado frente a una de las grandes piedras, en un cruce principal de caminos y teníamos que re decorarla con flores y pájaros pintados (siguiendo el diseño que ella acarreaba de acá para allá) y, en el centro iba escrita, alguna de las frases de Swami, por Ej.: "Ama a todos, sirve a todos".
Había una gama de colores que respetar y la pintura y pinceles (de muy mala calidad) los entregaba un señor, un poco a regañadientes.
Teníamos exactamente cinco días para hacerlo y dejar todo listo, terminado.
Me designaron una ayudante pero me temo que ella si estaba allí por el saree. No sabía pintar, ni ayudar y yo me quedaba sola  hasta las 17, ya que, a esa hora los sevas nos corrían a todos. Llegando al final de la tarea, había tenido que dejar de ir al Darshan y/o Bhajanes pues veía como se acababa el tiempo y temía no alcanzar a terminar, sobre todo, después que nos llegó un mensaje de Swami: "A mediodía hacía demasiado calor, y quería que los pintores descansaran un rato".
Las jefas, encargadas de llevar el trabajo adelante eran dos, una más ejecutiva, la otra pintora profesional. Esta era bravísima. Yo estaba sentadita frente a mi piedra, pintando con amor y prolijidad y la escuchaba gritonear a otros, indignada, porque su trabajo no le parecía correcto o ese no era el color que correspondía... Yo, temerosa, la escuchaba llegar, pararse a mi espalda, y después de unos segundos marcharse sin decir nada, ¡Estaba contenta con mi esfuerzo!  ¡Yo aliviada…!
Alcancé a concluir mi encargo sin un reproche pero, un día y medio antes del límite, vino una de las encargadas y me preguntó si yo podía arreglar el "desastre" (sic) que unas señoras habían dejado en la laja que estaba, justo sobre el cruce del camino por donde Swami entraba y salía en auto y la senda de peatones.
-         Lo intentaré.- 
Respondí, y empecé a trabajar con un tiempo muy acotado,
Me pusieron otra asistente (¡Hummm! Ella también venía por el saree) pero a mí ya no me importaba. A las 5 de la tarde, del día siguiente, tenía que estar todo listo. Me iba cuando me quedaba sin luz y, estaba muy concentrada en solucionar los problemas (fue más difícil arreglar que pintar todo nuevamente) cuando veo venir a mi ayudante, muy agitada. Quería que corriéramos juntas hasta el auditorio porque Swami había anunciado Su visita para supervisar los trabajos.
Le agradecí pero, me negué. Pensaba y traté de explicarle:
-         Mi compromiso con Swami es terminar esto, si voy ahora al hall a esperarlo, voy a perder más de una hora de trabajo y la luz necesaria, así no voy a poder terminar. No, no voy. Me quedo acá, cumpliendo con lo prometido…
Y seguí trabajando.
Por la agitación y los movimientos evidentes de las personas en los alrededores del auditorio, me di cuenta que, efectivamente, Swami había ido a chequear los trabajos, a bendecir a los encargados y a todos los que se habían reunido ahí a esperarlo, en ese momento les había anunciado, oficialmente, que a las señoras pintoras les regalaría un saree, y a los hombre una kurta… (Sobre este tema volveré más adelante)
Desde mi lugar de trabajo Lo vi ir hacia el Poorna Chandra, en ese momento, sentí algo así como un tironcito en el alma pero, sabía que estaba haciendo lo correcto y, seguí pintando.
Habrá pasado un poco más de una hora (aproximadamente) cuando escuché murmullos muy notables en la zona del compound y luego, a mi espalda.
No sabía a que atribuirlos pues en general, el silencio y la calma, es la norma. Levanté la vista, y entonces vi que las pocas personas que quedaban por ahí estaban en una actitud reverencial, con las manos juntas, mirando detrás de mí por encima de mi cabeza. Giré con los pinceles y la pintura en las manos y me paralicé… Swami estaba allí, parado a 5 o 6 metros, con Sus manos en la espalda observándome pintar.
Sé que van a decir que soy una llorona pero… ¡Los desafío! ¿Quién no lloraría si El Señor del Universo viene a verte, sólo porque estás honrando tu compromiso?
Yo sollozaba y Swami empezó a moverse hacia donde estaba sentada, petrificada en el piso, cuando un hombrecito parado cerca mío hizo un gesto hacia Él, quería adelantarse, pero con un gesto de Su mano Swami lo frenó, y en ese momento, Baba dio la vuelta y regresó hacia la veranda.
La luz se iba, avanzaba el atardecer mientras las lágrimas seguían corriendo por mi cara, se me hacía cada vez más difícil, escribir en telugu: "Ten a Dios como tu verdadero amigo."
Al fin, alguien se dio cuenta que yo ya no podía seguir pintando más,  una señora local, que sabía escribir bien ese tipo de grafía, vino y me  reemplazó.
Gracias, Señor.


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