viernes, 2 de marzo de 2018


“Autoliberación Interior” de: Anthony de Mello.

Fragmento del capítulo: Disparar gratuitamente.


...El deseo marca siempre una dependencia. Todos dependemos, en cierto sentido, de alguien (el panadero, el lechero, el agricultor, etc., que son necesarios para nuestra organización). Pero depender de otra persona para tu propia felicidad es, además de nefasto para ti, un peligro, pues estás afirmando algo contrario a la vida y a la realidad. Por tanto, el tener una dependencia de otra persona para estar alegre o triste es ir contra la corriente de la realidad, pues la felicidad y la alegría no pueden venirme de fuera, ya que están dentro de mí. Sólo yo puedo actualizar las potencias de amor y felicidad que están dentro de mí y sólo lo que yo consiga expresar, desde esa realidad mía, me puede hacer feliz, pues lo que me venga desde afuera podrá estimularme más o menos, pero es incapaz de darme ni una pizca de felicidad.
Dentro de mí suena una melodía cuando llega mi amigo, y es mi melodía la que me hace feliz; y cuando mi amigo se va me quedo lleno con su música, y no se agotan las melodías, pues con cada persona suena otra melodía distinta que también me hace feliz y enriquece mi armonía. Puedo tener una melodía o más, que me agraden en particular, pero no me agarro a ellas, sino que me agradan cuando están conmigo y cuando no están, pues no tengo la enfermedad de la nostalgia, sino que estoy tan feliz que no añoro nada. La verdad es que yo no puedo echarte de menos porque estoy lleno de ti. Si te echase de menos sería reconocer que al marcharte te quedaste fuera. ¡Pobre de mí, si cada vez que una persona amada se va, mi orquesta dejara de sonar!
Cuando te quiero, te quiero independiente de mí, y no enamorado de mí, sino enamorado de la vida. No se puede caminar cuando se lleva a alguien agarrado. Se dice que tenemos necesidades emocionales: ser querido, apreciado, pertenecer a otro, que se nos desee. No es verdad. Esto, cuando se siente esa necesidad, es una enfermedad que viene de la inseguridad afectiva. Tanto la enfermedad, necesidad de sentirme querido, como la medicina que se ansía, el amor recibido, están basados en premisas falsas. Necesidades emocionales para conseguir la felicidad en el exterior, no hay ninguna; puesto que tú eres el amor y la felicidad en ti mismo. Sólo mostrando ese amor y gozándote en él vas a ser realmente feliz, sin agarraderas ni deseos, puesto que tienes en ti todos los elementos para ser feliz. La respuesta de amor del exterior agrada y estimula, pero no te da más felicidad de la que tú dispones, pues tú eres toda la felicidad que seas capaz de desarrollar. Dios es la Verdad, la Felicidad y la Realidad, y Él es la Fuente, dispuesta siempre para llenarnos en la medida que, libremente, nos abramos a Él.....
Les dejo a continuación una charla que dio en Nueva York y fue  subida en 4 partes, se tituló:

“¡Despierta! Como ser reales”.








Sobre libros y otras historias...

Jamás lo conocí personalmente, sin embargo, aún lo extraño...

Creo que Anthony de Mello fue uno de los pensadores espirituales más lúcidos del siglo XX que me ayudó y acompañó durante muchos años. Uno de sus libros fue para mí, lectura de cabecera y permanente compañía : “Autoliberación Interior”.
Libro doloroso ya que te obliga, una y otra vez a replantearte la veracidad, la auténticidad de tu amor por el otro.
Tu incondicionalidad absoluta y desapegada sinceridad.
El hecho que de Mello hubiera nacido en India, en el seno de una familia católica,  rodeado de múltiples formas de  practicar y manifestar una vida espiritual, le dio una visión muy respetuosa, de gran ángulo y completa tolerancia.

Dicen en Wikipedia:

Anthony de Mello S.J. (Bombay, 1931 —  Nueva York, 1987) fue un sacerdote jesuita y psicoterapeuta conocido por sus libros y conferencias sobre espiritualidad, donde utilizaba elementos teológicos de otras religiones, además de la tradición judeocristiana...

Este es un historia que siempre solía contar en sus charlas y conferencias, y a menudo, me sirvió para ejemplificar lo que Swami resume cuando dice: EPPUDU-UNDADU (Sánscrito y significa: Ya pasará).

Esto decía...

En un pueblito lejano, muy humilde, vivía con su familia un aún más humilde un viejo campesino chino.
Un día, el único caballo que tenía para ayudarlo en sus tareas de labranza, se escapó a las montañas cercanas. Cuando la gente del pueblo se enteró, corrió a condolerse con él, pero el viejo ante los lamentos solo contestaba: "¿Buena suerte, mala suerte... Quién sabe?"
No había pasado un mes desde aquel suceso y cuando apenas amanecía, el viejo y la familia, vieron con asombro que su caballo había regresado a casa, arriando con él, una manada de potros salvajes.
Toda la gente vino corriendo a felicitarlo, pero el viejo como siempre, solo respondía: "¿Buena suerte, mala suerte... Quién sabe?"
Un día, tratando de domar uno de los potros recién llegados, el único hijo del pobre campesino se cayó, quebrándose malamente una pierna. ¡Oh! A todos les pareció el colmo de la mala suerte, pero el anciano, imperturbable, seguía repitiendo: "¿Buena suerte, mala suerte... Quién sabe?"
El muchacho no se había repuesto aún de sus quebraduras, cuando el ejército entró en el pueblo, reclutando para la guerra a todos los hombres jóvenes del pueblo, excepto, al hijo del pobre campesino que aún seguía lastimado...
Entonces... Buena suerte? Mala suerte? ¡¿Quién sabe?!

Cuando miro hacia atrás, me doy cuenta que mi pasado, mi historia está plagada de circunstancias que en su momento parecieron extremas, límites, pero que evaluándolas en conjunto, las agradezco tanto, porque son las que me trajeron hasta acá, aquí y ahora... ¡Y hoy soy feliz!
                  



Si les interesa, “Autoliberación Interior” se puede leer, o bajar de la web: http://www.domingo.org.ar/itinerarios.formativos/Itinerario.Formativo.3B/03B.00.Autoliberacion.interior.-.Antony.de.Mello.pdf

jueves, 1 de marzo de 2018

INVITACIÓN ABIERTA


                                                    INVITACIÓN ABIERTA

Muy queridos hermanos, por ahora, asumo que ya llegué al final de estas historias, que tanta felicidad me dieron y el compartirlas con ustedes, no solo significó la alegría del recuerdo, también se multiplicó en la emoción que experimentamos juntos.
Esto es una invitación, abierta, para todos aquellos que tienen una o más historias en las que La mano de Swami y su intervención se hizo clara y evidente.
Se que todos atesoramos en nuestra memoria y en nuestro corazón un instante, un momento, un regalo de Swami y los convoco para que nos las cuenten. ¡Compartámoslas con todos!
No importa si no saben escribir, me comprometo a revisarlas y orientarlas, quizás mejorando el como pero nunca el porqué, la forma. El resultado final quedará sujeto a vuestra aprobación, siempre.
Lo importante es compartir ese momento especial, único y que nos colma el alma de alegría y agradecimiento.
Me escriben acá o a: saipakora@hotmail.com
Que Swami nos guarde en el huequito de Sus manos.

martes, 27 de febrero de 2018

- Rendida a Sus pies - 21 -

Corrían los últimos días del mes de marzo del año 2000. El siglo XXI y el Otoño, recién inaugurados.
Con Sofía Melo nos dirigíamos en auto hacia San Martín de los Andes, en lo que sería nuestro último viaje como integrantes del comité coordinador de la Organización Sai de Argentina. Nos habíamos comprometido a trabajar en la región Sur Oeste y visitábamos los distintos Centros y Grupos diseminados por la vasta Patagonia. De pasada, aprovechábamos la oportunidad para despedirnos y agradecer a todos los hermanos por el tiempo compartido, trabajando con auténtica vocación de servicio para la organización que lleva Su sagrado nombre. Nuestro mandato había terminado.
Queríamos llegar antes del anochecer, por eso nos apurábamos un poco en el trayecto por la estepa patagónica. Pocos kilómetros después de cruzar el puente sobre el río Collón Cura, nos llamó la atención ver que el mismo, en su zigzaguear, formaba una perfecta 'S' (…de Sathya Sai, pensé). Pese a la urgencia por llegar, acordamos frenar. Busqué la cámara fotográfica, no eran tiempos de tecnología digital, la cámara era de rollo y siempre la llevaba conmigo. Hice tres o cuatro tomas. Fue raro ya que, en un par de tomas, la cámara pareció fallar. Insistí sin entender que pasaba y, finalmente, sola volvió a funcionar correctamente. Me gustaba mucho el paisaje (Incomparable paisaje de Otoño que pinta de rojos, amarillos y ocres toda la vegetación), pero sobre todo, me encantó ver las nubes en el cielo repitiendo el dibujo del río, copiando su forma.
Llegamos a destino al anochecer, sanas y salvas. Nuestra jornada de servicio transcurrió serena y amorosamente. Nos concentramos en el trabajo, compartiendo las experiencias de los hermanos del lugar. Nos cuidaron, nos mimaron, nos dieron de comer y nos alojaron por esa noche. Al día siguiente regresamos a Bariloche cansadas, pero felices.
Algunos días después llevé el rollo a revelar.
No creo que puedan imaginar mi sorpresa, cuando vi las imágenes logradas.
El empleado del laboratorio fotográfico, que me conocía, me recibió diciendo:
- ¡Maravillosa la foto del rayo!  
Y yo muy sorprendida: 
- ¿Qué rayo…?
- ¡El rayo de luz sobre el río! – contestó él, un poco desconcertado. Rápidamente, abrí el sobre y al instante mis ojos se llenaron de lágrimas. 
Lágrimas de Emoción, de Amor, de Alegría, de Agradecimiento...
En una foto (con seguridad, aquellas tomas donde la cámara falló), las nubes en el cielo dibujaban un OM. En la otra, donde se ve la S de Sai resaltada con más claridad, la S de Swami, sobre ella digo, y con intensidad: "Un grueso rayo de luz iluminaba la inicial de Su nombre…"
Las dos sabíamos que no era la imagen que vimos cuando saqué la foto y hasta el día de hoy, me emociona pensar que eso fue un muy bello y milagroso regalo de 'despedida' de nuestro Bienamado Maestro.
Inmensa recompensa para la humilde tarea cumplida (eso sí), con amor, fidelidad y entrega.
Es mi alegría, hoy, dejar aquí una copia de la foto, para que todos podamos compartir otra manifestación de Su inmenso Amor.
Disfrutémosla en unión y paz.

JEY SAI RAM

Que todos los seres de todos los mundos seamos eternamente felices.

Silvia Corvalán

Argentina




lunes, 26 de febrero de 2018

Rendida a Sus Pies - 20 - 

De a poco y desde que se inauguró el Sai Kulwant Hall, las celebraciones de casi todos los festejos se empezaron a hacer ahí mismo, sin necesidad de mudarnos todos al Poorna Chandra.
Ya sea que vinieran las bailarinas de Thailandia o músicos de Kerala, los percusionistas de las escuelas de Zambia (África), alguna distinción especial o entrega de premios, conciertos específicos de los alumnos ¿Y por qué no?, presentaciones extraordinarias de músicos afamados, Ahora, rápidamente, se instalaban micrófonos en medio del Hall, frente al sillón de Swami y desde allí, desplegaban todas sus gracias.
Sentados en el piso, los únicos que veían bien eran: los señores sentados en la veranda, los alumnos y Swami.
Si hubiera sido en el Poorna Chandra, las actividades se hubieran desplegado en el escenario elevado, pero en el Hall nuevo no, allí todo era (siempre) a ras del suelo. En algunas ocasiones, como complemento escenográfico, levantaban paneles pintados o con motivos alegóricos, lo que hacía todavía más difícil poder entender que era lo que pasaba en el improvisado escenario. Esta era la razón por la que, a veces, esperar que el show terminara para verlo regresar a Baba caminando hacia Su residencia, podía volverse un poco tedioso e incómodo. Podían ser varias horas de espera y eso “liquidaba” todos los huesos de cualquier cuerpo.
Esa tarde, estábamos Fernanda y yo sentadas en primera fila y, aunque el espectáculo de danzas y acrobacias típicas durara “mil horas”, nos quedaríamos sentadas allí, inamovibles. Incómodas, pero inamovibles.
Desde la mitad del Hall, que era donde estábamos sentadas, al lugar designado como escenario habían unos 20 metros y no se veía nada, solo un par de cabezas, cada tanto, moviéndose de acá para allá, aunque los estudiantes, que se habían sentado enmarcando el escenario, aplaudieran entusiasmados.
Confieso que yo no estaba en uno de mis mejores días.
Me irritaba no ver NADA y mis pensamientos iban de acuerdo con mi descontento, mientras me acomodaba por acá y por allá tratando de que no se me durmieran las piernas (sentadas en primera fila no estaba permitido estirarlas hacia adelante... Aunque Swami no estuviera presente, que si lo estaba), por eso me hamacaba levemente hacia un lado, hacía el otro y si podía, un poco hacia adelante, mientras veía a Baba sonriente, disfrutando el espectáculo. Este parecía bueno, pues cada tanto, los muchachos aplaudían o exclamaban admirados.
Me dio la impresión que eran bailarines acróbatas pues, los veía girar sobre sí mismos, como si estuvieran sobre un disco o una bola, también podía ser sobre una botella.
La música, un poco aguda y estridente (para mi gusto), me parecía ligeramente desafinada, pero (¡Eso sí!) muy entusiasta. Este era el derrotero aproximado de mi pensamiento:
- Swami, no vemos nada. ¿Para q nos hiciste quedar aquí, si solo vemos un par de cabezas yendo de acá para allá?
Y así rumiaba mi fastidio, con poco entusiasmo y muy acalambrada.
El show fue inusualmente largo ya que después vinieron los saludos, un par de materializaciones para las estrellas del espectáculo, algunas fotos y... ¡No terminaba más!
Por fin culminó todo y El Señor emprendió Su camino de regreso a la residencia. Cualquier malestar se pasaba rápidamente, cuando Él desplegaba Su energía amorosa sobre todos nosotros.
Nos llenó de alegría ver que había decidido regresar por el sendero principal, donde nosotras estábamos sentadas esperando.
Venía muy sonriente, murmurando algo aquí y allá. Cuando estaba a unos cuatro metros, antes de pasar frente a nosotras, me miró y con entusiasmo casi infantil, me preguntó desde lejos:
- ¿Y... Te gus el espectáculo?
- ¡Oh, Swami! Respondí medio atragantada y bastante colorada.
- Estamos muy felices y muy agradecidas.
Lo que, en ese preciso instante, era absolutamente cierto.
- ¡Ah...! Dijo Él, y siguió caminando hacia Su casa.
Hoy no me caben dudas, estoy segura que debo haber sido la que más rezongó en “su cabeza” (si es que alguien más lo hizo), por eso vino directamente a mí, a interpelarme.

¿Saben una cosa? Siempre me arrepentí de no haber tenido el valor de decirLe:
- Estamos muy felices, Swami, pero no vimos nada del show.
Ahora que lo pienso por un segundo... Creo que Él me hubiera respondido:
- El show no era para ustedes, el show era para Mí. Ustedes vinieron y se quedaron para verme y todos lo pudieron hacer, ¿Verdad?
Y la respuesta adecuada hubiera sido:
- Si Señor, así fue... Y sinceramente, estamos muy felices y agradecidas.

Mi bochorno no terminó allí, antes de pararse, todas las mujeres a mi alrededor, me agradecían por lo que Le había respondido a Baba, pues se sentían identificadas.
Cómo podía explicarles que Swami sólo me había dado una lección, por ser tan cascarrabias? De la forma más amorosa posible me dio un tirón de orejas... Eso me recuerda otro momento en que todo parecía lo opuesto.

Era una mañana muy lluviosa y fría de Setiembre del ‘98.
Todavía vivíamos en el PH y había bajado mucho la temperatura ambiente. Por supuesto el departamentito no tenía agua caliente, no me había bañado la noche anterior y a las 6 am me daba mucho flojera pensar en tomar una ducha, además afuera llovía a cántaros. Para empeorar las cosas, nos habíamos quedado dormidas y cuando vimos la hora, Fernanda y yo, nos vestimos a toda velocidad y salimos corriendo hacia el Hall. Largamos las sandalias por ahí y como ya era muy tarde, nos dejaron entrar por la puerta del fondo, cerca del ingreso al templo. ¿La verdad? Veníamos embarradas, bastante mojadas y desacomodadas y nos sentamos donde pudimos, jadeantes.
Casi inmediatamente, como si nos hubiera estado esperando, empezó el Darshan...
Aún resoplábamos por la corrida cuando vemos que, una vez más, Swami llamaba a nuestro grupo a entrevista... ¡Por tercera vez! ¡Para nosotros era inaudito, pero vamos... No pensábamos discutir y salimos corriendo para la veranda! Nos sentamos allí, muy felices, mirándonos entre nosotros, incrédulos, pero felices, esperando que Swami viniera cuando terminara el Darshan.
Cuando Él llegó a nuestro lado nos miró y muy secamente nos preguntó:
- ¿Cntas veces van a venir a entrevista?
- Tantas veces como nos llames, Swami. Respondí yo, con mi desafortunada costumbre de replicarle al Avatar...
No se lo veía contento... Fue haciendo pasar a todos y quedé para el último, entonces mirándome con severidad me dice:
- ¡Tú, vete!
El universo estalló dentro mío... ¿Cómo...? ¿Por qué...? ¿Qué pasó?
Fue terminante y no hubo pero que valiese, ni el hecho de que mi hija estuviera adentro.
- ¡Go! (¡Vete!).
Y eso hice... Volví compungida a mi asiento pensando: “¿Por qué, por qué, por qué...?”
Me decía a mi misma: “¿Q hice?”“¿Será porque no me bañé...?” “¿Por qué?” “¡Que vergüenza, no estaba bien arreglada!”
Imaginaba todas las razones más superficiales posibles...
Quedé muy triste y ahí seguía, compungida, cuando la entrevista terminó y los vi regresar a sus lugares, muy serios, todos.
Mi hija me buscó, se sentó a mi lado, me abrazó con ternura mientras murmuraba:
- Menos mal que no fuiste... Nos retó a todos, no fue un momento muy feliz...
Me dejó pensando y dejé de sollozar por dentro.
Entre ustedes y yo, creo que aún así hubiera querido participar, sin embargo Swami no lo creyó igual y, si lo piensan bien... No debe ser nada lindo que Baba se comporte con severidad contigo. ¡Que muestre Su aspecto más "Shivaico"...!
¿Entienden la relación con la otra historia y porqué digo que se complementan?
En una, desde afuera, se veía como un mimo, un halago, sin embargo yo sabía que no era así. En la otra, aunque pareciera una situación humillante, me estaba cuidando, mucho. Aún más que nunca, si eso fuera posible.
Que El Señor siempre nos cuide, en el huequito de Sus manos. ¡A todos!
Y, es mi mejor deseo para todos ustedes, que sean capaces de darse cuenta que así es.



domingo, 25 de febrero de 2018

Rendida a Sus pies - 19 -

RELATOS/ SATSANG

Esta historia no va a ser muy larga, aunque hay algo que quiero advertirles. ¿Ustedes ya se han dado cuenta que en presencia de Swami, mis lágrimas brotan con facilidad, no? Hoy no va a ser la excepción.
Si me explayara en el relato debería explicarles acerca de como, o porqué, estaba tan triste en esos días, tan angustiada, deprimida y no quisiera hacer eso, pero así era como me sentía. Triste y deprimida.
Trabajaba en una farmacia, en la caja y fue una de las pocas etapas laborales de mi vida en que sentí que lo que hacía era una tortura, pero era un trabajo y lo necesitaba.
Cada día y cada noche me auto-indagaba y le preguntaba a Swami, cual era la lección que tenía que aprender allí y:
- Por favor, que la aprenda rápido. ¡Porque no lo soporto más!
Fue un tiempo convulsionado para mí y hoy, mirando atrás, me doy cuenta que también tengo que estar agradecida por esos dos años en ese puesto. Les debo un reconocimiento y por difícil que me pareciera entonces, también fue útil. Me sirvió, como mínimo, para identificar claramente cuales eran las cosas que NO quería volver a hacer... ¡Por eso, y/o por todo, gracias!
Volvamos a la historia después de esta catarsis.
Era mediodía y había recibido una horrible noticia.
Lloraba desconsolada, tenía las mejillas y los ojos rojos e hinchados. Moqueaba, sollozaba sin pausa y se hacía la hora de volver al trabajo... ¿En esas condiciones?
Llegué a pensar en dar “parte de enferma” pues, si te duele la cabeza, el oído o el estómago, todos aceptan que estás enferma (¡Ni hablar si lo que padecés es diarrea!) pero si uno llega a decir que lo que te “duele” es el alma o un corazón roto, te mirarán despectivamente, desestimarán tu explicación y te obligarán a volver a tu puesto de trabajo ¿O no?
Así estaba, argumentándome a mí misma, vacilante. Me lavé mucho la cara con agua fría, me pasé hielo (un ratito) sobre los párpados y, a regañadientes, decidí ir a ocupar mi lugar en la caja y cumplir con mi obligación laboral.
Cuando llegué todos preguntaban:
- ¿Qué te pasó?
- Nada... Nada... No me siento bien, nada más.
El intercambio con la gente de a poco me hizo sentir mejor . Me ayudó a “salir” del pozo de angustia y auto compasión.
Venía cumpliendo mi tarea sin altibajos, cuando se acerca a pagar una señora que había conocido muy recientemente en el Centro Sai.
Pertenecía a una familia de esquiadores muy reconocidos en el pueblo y ella, había participado en un par de reuniones de cantos, venía muy sonriente con un paquete en las manos. Nos saludamos, afectuosamente, y me comentó:
- Vengo de la Librería, acabo de comprarme un libro sobre Sai Baba.
Le respondí con un apagado:
- ¡Ah...! ¿Si...? ¿¡Puedo ver...!? Necesito un consejo.
Ella me pasó su reciente adquisición. Vi que era uno de los varios escrito por Howard Murphet, antiguo devoto australiano, donde contaba sus muy tempranas experiencias a los pies de Swami.
Mientras lo sacaba de su envoltorio pensaba:
- Por favor, Baba, ayudame a encontrar una respuesta. Algo que me consuele.
Empecé a hacer correr las páginas, y me detuve abruptamente en una al azar, el primer párrafo que leí decía, literalmente:
“Las únicas lágrimas que merecen ser derramadas, son las lágrimas por Dios.”
¡Oh...! ¿Ustedes lo pueden creer?
Ahora sí, pero en ese momento miraba el libro atónita, paralizada.
No podía (ni quería) explicarle a la dueña del mismo, lo que me pasaba, pero no me resultó nada fácil salir de mi asombro y agradecimiento a Dios.

¡¿No creen que fue una respuesta rápida y contundente!?

- Swami amado, desde entonces he sido mucho más selectiva con las razones por las que vale la pena llorar, si es que aún lo hiciera, pero...
No he podido evitarlo y Vos lo sabés...
Lloré (y todavía lloro) muy, muy, mucho desde que dejaste Tu cuerpo, en Prasanthi Nilayam.
Mi nostalgia va mucho más allá de cualquier explicación racional o posibilidad de consuelo.
Aún extraño, muy hondamente, todo aquello que yo vivía como, auténtica CERCANÍA.
Yo sé (¡De verdad... Lo sé!) que hoy y ahora, estás aquí, Tu Amor por mí es real, palpable, constante y eso me hace muy feliz.
Sin embargo... Cuanto añoro... Cuanto me hace falta tu dulce mirada, tu irresistible sonrisa.
Claramente no estoy “superada”, todo lo contrario. Soy un buen ejemplo de lo que significa vivir sumergida en la Maya. ¿Verdad?
¿Qué puedo hacer? Sigue siendo así. Quizás logre superarlo en mi próxima encarnación, durante la Era Dorada, cerca de Prema...

Swami estás aquí... Tan cierto como el aire que respiro... Tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como que Le hablo y Él me puede oír...”

Con este bhajan empecé hoy mi mañana.
- Rendida a Sus pies - 18 -

Hacía unos meses que estaba en India y había pasado por situaciones maravillosas, diría que mágicas, pero eso se puede mal interpretar ya que estoy convencida que no tienen nada de mágico, si de milagroso.
Preferiría llamarlas: Iluminadoras.
Varias entrevistas, un par de materializaciones, los festejos de Navidad, donde me permitieron cantar sola, una oración en español creada en Bariloche. Circunstancias extraordinarias, TODAS!
Era Enero y nos aproximábamos a una festividad muy importante para los locales. Las festividad de las cosechas: Pongal Sankranti.

Pongal Sankranti:
"Es el mes de las cosechas, y si estas han sido buenas se celebran con cánticos, bailes y danzas. En el sur de India se celebra el inicio de ‘Pongal’ durante 3 días seguidos, donde se cocina arroz recién cosechado y se organiza la procesión del ganado. Depende de la zona a esta festividad se le conoce de una manera u otra: en Asam se le conoce por ‘Bhogali Bihu’ y por ‘Makar Sankranti’ en el resto del país."

Después de tanto tiempo, ya me había dado cuenta que todas las festividades tradicionales de India, se celebraban solemne, rigurosa y puntualmente en el pueblo de Puttaparthi y adentro del Ashram, también.
Esta vez no sería una excepción y ya habían llegado enormes cantidades de devotos y pobladores de localidades vecinas.
Este festival dura tres días y, uno de los festejos se llevó a cabo en el Poorna Chandra. Cuando se abrieron las puertas, todas las delgadas y (aparentemente), frágiles mujeres hindúes, se lanzaron en estampida para entrar, más rápido y veloces tratando de ocupar los mejores lugares antes que nadie. Creo que es razonable dejarle esos días los mejores espacios pues, aunque vivan relativamente cerca, no pueden (ni remotamente) venir con frecuencia y, para algunas de ellas esa iba a ser la primera y única vez en esta vida... Lo entiendo (ahora), pero en ese entonces, me tomaron por sorpresa pues estaba esperando entrar, sentada al lado de uno de los portones, apoyada en una columna, cuando abrieron las puertas. A duras penas pude pararme, y de repente, me encontré en medio de una avalancha descontrolada, de mujercitas que me arrastraban mientras pugnaban por entrar, desesperadas. Empezaron a aplastarme contra una de las columnas, más, y más. Me faltaba el aire... No podía inhalar y nadie se daba cuenta en el fervor por avanzar.
Solo invocar a Swami en ese momento, casi desmayada, me dio la fuerza necesaria para poder empujarlas un poco y recuperar el color y el aire.
Al día siguiente seguían los festejos, era la culminación y (muy sabiamente), decidí “tomarme la vida con calma”... El lugar que me tocase, ese era el lugar que Swami tenía destinado para mí y esta convicción auténtica, muy profunda y sincera me ayudaron a decidir que quería fluir en Su voluntad.
Sabía que habría un desfile con carrozas y adornos alegóricos ya que, caminando por las silenciosas callecitas del Ashram había visto un par de ellas donde las personas a cargo trabajaban denodadamente hasta dejarlas, perfectas. Girasoles, hojas de banano, brazadas de espigas, soles de telgopor y, siempre, una foto o imagen de Swami.
Con calma y en la convicción de que mi lugar sería el que Baba destinaba para mí, aunque fuera el último, elegí sentarme al fondo de una fila, allí al menos, esperaba bajo la sombra del árbol neem.
Empezaron a entrar al compound (todavía no habían construido el Hall) como un aluvión incontenible y veía pasar una tras otras todos las filas y, la que yo había elegido para sentarme, fue la última de todas...
- No importa, pensaba, ellas hoy, se merecen el mejor lugar y si no queda espacio adentro (ya no quedaba ni un huequito libre), esperaré afuera. Mañana se habrán ido y volveremos a nuestra feliz cercanía.
Así, con una serena sonrisa, fui avanzando y apenas cruzaba el portón de ingreso, la Mataji, señora muy distinguida a cargo de la organización y disciplina allí adentro, me toma por un brazo y me ordena (un poco confusamente, para mi poca capacidad de comprensión):
- ¡Here, here! (¡Aquí, aquí!) y me obliga a sentarme.
Para hacerla corta, como era la ante última en entrar, el espacio y capacidad ya estaba completamente colmado, ella “inventó” una nueva fila, adelante de las que ya se habían formado, y terminé sentada en primera fila, a diez metros del portón de ingreso, por donde llegaría Swami y pasarían todas las carrozas. Yo tenía el asombro reflejado en mi rostro... Me parecía increíble y disfruté como nunca, el lugar “regalado” por Baba. ¿O a ustedes les cabe alguna duda que fue Su mano obrando? A mi no, sobre todo, porque cuando salió de Su casa rumbo a la veranda, vino en línea recta hasta donde estaba, y mientras avanzaba muy sonriente, acercándose a mi, lo juro...
¡Me hizo un guiño con Su ojo izquierdo!
Para ser muy sincera y mal que me pese, nunca antes, pero tampoco después, he podido mantener esa actitud, esa emoción y esa desapegada entrega a Su voluntad como logré ese día, y créanme, fue:
¡MARAVILLOSO!
El desfile fue muy simple pero muy emocionante. Por un lado no podía dejar de pensar en el guiño de Swami pero por el otro, la devoción maravillosa de toda esa gente ofreciendo lo mejor que tenían con entusiasmo y verdadero amor, era también, muy conmovedora.
Hubieron muchas cosas como esas que no dimensioné bien en el momento que ocurrieron, pero fueron dejando un importante “efecto residual” en mi. Como el invisible “Rayo de la Felicidad” que me impactó sin darme cuenta ¿Lo recuerdan? Todas fueron experiencias transformadoras de vida, puliendo mi alma y enseñándome a valorar, profundamente, cosas aparentemente tan simples como:
Un guiño cómplice en los ojos del Avatar de la Era...
Ni más, ni menos.