Rendida a Sus pies - 13 -
Me preparaba para volver a viajar a India. Había decidido pasar unos pocos días en Buenos Aires, pues mis dos hijos menores vivían y estudiaban allí.
Mi hijo, siempre reacio a hablar de Swami me dice una tarde:
- Si Baba te hace adelgazar, voy a empezar a creer en Él...
¡Eso fue asombroso!
Llegué a India un poco antes de mi cumpleaños. Swami estaba en Whitefield y fuimos derecho hacia allá.
El día 24 me presenté al Darshan con una bandeja llena de caramelos, flores, pequeños bowls con clavos de olor y castañas de cajú, porque quería festejar con Él.
Se acercaba Dasara y de a poco, se llenaba de gente, además, creo que era domingo y esos días los devotos llegaban en mayor cantidad.
La fila donde estaba sentada sacó el último número, imaginaba que sería imposible que Baba se nos acercara, pero...
¡El Señor siempre me sorprende!
Como ya no quedaba lugar para nosotras por ningún lado, nos hicieron sentar al borde del camino que sale desde la casa de Swami, inmediatamente después del portón. No podrían haber elegido mejor lugar, era una ubicación estratégica pues Él pasaría a nuestro lado, tanto de ida como de regreso a Su casa.
Swami se acercó, repartió mis caramelos a mano llena y tiró unos cuantos en mi regazo que luego pude compartir, compartir, compartir. ¡Ah, que alegría!
En esta ocasión, viajábamos simultáneamente desde Bariloche, con una amiga/devota. Era la primera vez que ella iba y tampoco hablaba inglés.
Al día siguiente, muy temprano salimos juntas desde la habitación que compartíamos, para el Darshan de la mañana.
Las argentinas intentábamos sentarnos juntas, aceptando sin ningún tipo de expectativas, el lugar que nos tocase. Sin embargo, apenas iniciado el Darshan, vemos que uno de los hombres de nuestro grupo era invitado para tener una entrevista. Con el corazón a mil por segundo, salimos y nos dirigimos hacia la residencia de Swami, que es redonda con el aspecto de una enorme flor de loto, rodeada por un angosto foso con agua y se accede a ella a través de pequeños puentecitos.
Las dos salitas de entrevistas están a un costado del ingreso principal y se llega a ellas, cruzando uno de los mencionados puentes.
Nos alineamos muy disciplinadamente a un costado del mismo, de un lado los hombres, las mujeres del otro lado, allí esperamos que Swami terminara Su Darshan.
Dejó de escucharse la música en el Hall y vimos a Baba acercarse lentamente hacia nosotros. Desde una distancia bastante considerable me mira y, sacudiendo un dedo me dice:
- You are so fat. (¡Estás muy gorda!)
- Si, lo sé Swami , pero... ¿Qué puedo hacer si Vos no me ayudás?
- ¡Oh, I will help you, I will help you, I will help you! (¡Oh, te ayudaré, te ayudaré, te ayudaré!).
Este intercambio me dio valor para seguir dialogando con Él y le dije:
- ¿Sabés Swami? Mi hijo dice que si me haces adelgazar va a empezar a creer en Vos.
- ¡Si, lo sé! Respondió terminante.
Pasó primero, abrió la puerta y nos invitó a todos a entrar en la sala.
Nos sentamos alrededor de Su sillón. Éramos los integrantes del grupo naranja de Argentina, pero además estuvieron presentes dos de los estudiantes universitarios de Whitefield.
Como los cuartos de entrevistas son pequeños, los grupos de los diferentes países nos separábamos de a veinte, aproximadamente, y nos poníamos cintas de colores para distinguirnos.
Teníamos un traductor designado y, no sé que le pasó a este muchacho, pero... Quedó como ausente, incapaz de traducir NADA.
Baba se sentó en Su sillón y empezó a darme indicaciones sobre como adelgazar... Yo escuchaba palabras como: Banana, butter o potato (banana, manteca o papa), pero no entendía nada de lo que me estaba diciendo...
Alguien se da vuelta y me dice:
- Dice que comas bananas...
- ¿Cómo me va a decir eso, si Él sabe que les tengo alergia..?
Era realmente muy incierto todo.
Swami terminó de indicarme mi dieta y, parándose a mi lado, empezó a mover Su mano en círculos, justo a la altura de mis ojos y vi por entre los dedos, como Su mano se llenaba de brillos, perlas y un anillo que cayó sobre mi regazo.
- ¡Ups! Dijo Swami.
Parecía un cintillo, lo recogí y lo devolví. Nunca lo miré con detenimiento, pensé que quedaría en este “plano”, pero no fue así.
Cuando abrió Su divina mano, solo quedaba sobre su palma un hermoso par de aros y dice:
- Ven, ven...
Creyendo que era para otra persona, me corría mirando hacia atrás, pero Él me dijo:
- No, tú. Sin poder creerlo, me acerqué aún más a Él y los colgó en mis orejas...
Son de un diseño exquisito. Dos rectángulos ligeramente curvados, la mitad de arriba pintados con esmalte azul y abajo un círculo formado por minúsculos diamantes...
En tanto, seguíamos sin saber que era lo que nos decía y temíamos que la entrevista terminara antes de haber empezado. En cuanto pude, empujé suavemente a nuestro traductor y se despabiló por un segundo, pero volvió a “perderse” y aún estábamos sin entender casi nada.
En un momento, Swami gira hacia un costado y le dice a la señora con la que venía viajando desde Bariloche:
- ¿Estás celosa?
Debe haberlo estado, pues Él, moviendo otra vez Su mano, materializó un anillo de plata con el símbolo del OM y se lo puso en el dedo. La alegría de ella no “cabía” en su cuerpo. La vi feliz.
Llevó a un par de personas a la otra salita, a una entrevista privada, más personal, después llamó a sus estudiantes quienes al salir, lucían respectivamente, un anillo y un reloj nuevos.
Cuando regresaba con los muchachos a la sala común me mira directamente y me dice:
- Este es un buen muchacho. ¿No lo querés por hijo...?
Yo, muy confundida en mi profunda Maya le respondo sorprendida.
- Pero, Swami... Yo ya tengo un hijo y... ¿Qué va a decir su madre?
En ese instante se irguió hasta parecer inmenso y muy firmemente me respondió:
- Yo SOY la MADRE... Y la entrevista terminó.
Regresaba de prisa hacia mi dormitorio. Quería encontrar un espejo para verme los aros ya que, no me los quería sacar y casi no los había podido ver, cuando vi pasar al joven estudiante que me había “ofrecido” por hijo, lo detuve, le expliqué que no había entendido una palabra de las indicaciones de Swami:
- Por favor ¿Las escribirías para mí?
Hizo gestos para que lo esperara y volvió con una gran hoja blanca donde había escrito lo siguiente:
Para no “crecer” gorda, por favor, no comer lo siguiente:
Papas
Bananas
Cualquier raíz
Manteca
Helados
Queso
Con esa dieta, ayudada por todos en el Ashram, en los siguientes meses, bajé 22 kilos.
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