miércoles, 21 de febrero de 2018

- Rendida a sus pies - 15 -

La primera materialización que recibí de Swami fue un Lingam.

El lingam (forma elipsoidal) es el símbolo de la suprema sabiduría, es el símbolo de Ishwara, el cual es otro nombre de Shiva. Ishwara es simbolizado también en la forma del lingam...”

‘’...El lingam es un símbolo de “Lo sin Comienzo y de Lo Sin Fin”, o sea, del Infinito.  Es como algo amorfo o Nirakara.  “Li” viene de Liyathe que significa “Aquello en lo cual todos los nombres y todas las formas se funden”, y “Gam” de Gamayathe, que quiere decir “Aquello hacia lo cual todas las formas se dirigen”.  Es el símbolo más apropiado para representar al Señor omnipotente, omnisciente y omnipresente.  Todo comienza a partir de El y todo termina en El...” (Recopilado en el blog: Sol Monasterio).

Cuando Baba lo materializó, un respeto reverencial me impedía recibirlo con las manos, no me atrevía a tocarlo con los dedos, buscaba algo en que ponerlo y Él se dio cuenta, vació un sobre de los muchos recibidos durante el Darshan y lo guardó bien antes de entregármelo.
Salí de la entrevista tomada por el asombro y la incredulidad. No estaba segura de lo que debía hacer con él y durante unos días lo guardé en una bolsita que llevaba colgada del cuello.
Devotos de Latinoamérica venían a solicitar que compartiera el agua de la puja, pero no estaba segura si eso era correcto, o no. Durante unos días lo compartí con libertad, hasta que alguien me dijo (se suponía que era alguien que sabía sobre el tema), que si Swami me lo había dado envuelto, el uso era privado, solo para mi, y esto me descolocaba mucho porque, a medida que se corría la voz, cada vez venían más personas a pedirme que les diera agua. Resolví que lo apropiado era consultarle a Él, directamente. Me senté y Le escribí unas líneas que decían algo parecido a esto:
Swami, amado Maestro, te pido permiso para compartir el agua del Lingam. Si aceptás mi pedido, por favor llevate esta carta.”
Fueron pasando las semanas y la llevaba siempre conmigo. Se la ofrecía en cada oportunidad que tenía y... ¡Nada! La ignoraba.
Si alguien se iba o, desde las filas de atrás me pedían que entregara cartas, las dividía en dos partes. Por un lado, mi solicitud y por el otro las del grupo. Swami pasaba, sonreía, tomaba las ajenas, dejaba la mía y seguía. Resolví que haría como los estudiantes. Ellos perseveraban, yo también. Se la ofrecí muchas veces, tanto que ya se veía arrugada y vieja pero... No tenía intención de darme por vencida.
En el ínterin, siguiendo los consejos de personas más versadas que yo en el tema (entre ellas, mi dulce y generosa hermana en Sai Chandrika), fui buscando los elementos que consideraba apropiados para armar un altar. Ignoraba todo al respecto ya que jamás había tenido uno.
Empecé a buscar aspectos de Dios con los que me sintiera identificada. Primero, un Sathya Sai... No había nada que representara cabalmente mi imagen de Él hasta que encontré un grabado en relieve. ¡Ese sí, ese podía ser! Luego rescaté, rebuscando en todos los locales y chiringuitos del pueblo, en los alrededores del Ashram, un pequeño Shirdi Sai. Después una hermosa Señora Lakshmi. Buscaba una imagen de Jesús que me gustara, ya no sabía donde más hurgar cuando, alguien, me regaló una pequeña cruz. Créanme, eso era mejor que otras figuritas (muy feas y toscas) que había ido encontrando en mi búsqueda. Lo último que agregué fue una pequeña representación de Krishna Nataraja que conseguí durante una escapada a Bangalore y una figurita luminiscente de la Virgen María que me regaló Nadia, una mujercita griega, gravemente enferma, con la que compartimos habitación en varias oportunidades.
Compré una bandeja de acero. ¿La verdad? No muy grande. Acomodé todas mis imágenes en ella y agregué: Medallas, Malas, pañuelos, algunos paquetes de Vibuthi, fotos de Swami y calendarios, pequeños bowls con arroz amarillo, clavos de olor, castañas de cajú, almendras y el Lingham que me había entregado anteriormente. Cuando consideré que todo estaba como lo esperaba, correcto y prolijo, una tarde me fui al Darshan abrazada a ella.
Lo juro... ¡Esa bandeja parecía un almacén de ramos generales!
Fernanda estaba conmigo y, como yo aún creía (¡Bah...! ¡Estaba segura!) que no hablaba bien inglés, le rogaba que la presentara por mí, mientras le daba instrucciones:
- Por favor, si Swami pasa cerca, te incorporás un poco y Se la ofrecés, aclarando: Es la Puja de mi madre.
Sabía por experiencia y con certeza, que yo no iba a poder levantarme rápidamente, por mi tamaño y falta de agilidad.
Cuando empezó el Darshan. Estábamos sentadas en la segunda línea y al ver que Swami se acercaba le pasé a Fer la bandeja, a toda velocidad. Ella empezó, obedientemente, a cumplir con mi pedido, pero Él no la dejó hablar mucho, Le preguntó cuántos éramos e, inmediatamente, le dijo:
- ¡Go!
¡Esa era la palabra más corta y más feliz del mundo!
Salimos disparadas hacia la Veranda, mientras hacíamos señas con el pañuelo para avisar a nuestro grupo. En circunstancias como esa, creo que podía llegar a ganarle una carrera al viento y mientras lo hacía, todas las cosas en mi bandeja tintineaban como campanas.
Swami nos invitó a pasar e, inmediatamente que nos ubicamos, dejó sobre una mesita, al costado del sillón, las cartas que había ido recibiendo, se sentó en Su sillón y me dice.
- ¿Déjame ver?
Tomó la bandeja, la puso sobre Su regazo, levantó a la pequeña Lakshmi entre Sus dedos, mientras le cantaba una canción (¿Un Mantra?). Cuando terminó, la acomodó otra vez sobre la bandeja, me devolvió todo y dijo, sonriente:
- I’ts OK. (Está bien)
Aún hoy en día no entiendo porqué no le pregunté qué era lo que le había cantado a la Señora. Ella representa uno de los aspectos femeninos de la Divinidad y es la que favorece la fortuna espiritual, emocional y física. No es para justificarme pero... En términos generales, durante las entrevistas, me pasaba que mi mente quedaba en blanco. Como “reseteada”, para usar un término muy actual.
Lo contemplaba embelesada, cuando veo que Se inclina un poco para mirarme mejor y, señalando mi mano dice, casi cansado:
- ¡Dámela!
Esto me desconcertó, de repente me di cuenta que se refería al famoso pedido, me estaba pidiendo la carta que había llevado y traído por tanto tiempo y que yo, sin darme cuenta, seguía aferrando en mi mano. ¡Oh! ¿Me daba permiso, entonces?
Ese día, también formaba parte del grupo una señora acompañada por un muchacho joven, su hijo. Habían llegado una semana antes y ya habían tenido una entrevista. A ella, Baba le había materializado un pequeño Lingham negro. La mujer, muy emocionada, había comprado una elegante petaca de plata para guardarlo y la llevaba colgando del cuello.
Swami la miró intrigado y le pregunta:
- ¿Qué es eso?
Ella, feliz, mostró que era donde guardaba Su regalo.
- ¿Y cuánto te costó?
Ella respondió con un importe y Baba, sacudiendo la cabeza de un lado a otro, le dice:
- Dinero malgastado... Él le sugirió un precio adecuado, asegurándole:
- ¡No más que eso!
Desde un primer momento ella había dicho que no le gustaba el color negro de su Lingham, por lo que aprovechó la circunstancia, y le pidió que se lo cambiara.
Siempre pensé que había necesitado mucho coraje para hacer ese pedido.
Baba lo tomó en Su mano, mientras ella murmuraba un poco asustada:
- No me lo vas a quitar... ¿Verdad?
Swami comenzó a amasarlo entre Sus dedos, lo sopló y... (Con total honestidad, debo aclarar que no todos vimos lo mismo, y solo puedo hablar por mí). Yo vi, como si una ola fuera subiendo ondulante por el viejo Lingham hasta cambiarlo de color, completamente. Luego de mostrárselo a todos, señalando un punto con Su dedo le indicó a ella:
- Ves ese de ahí, es Ishwara. (se veía como un ojo, en las vetas de la piedra marmórea)
¡Guau...! Desde ese momento fue una entrevista muy intensa.
Swami y dos personas más mantuvieron un apasionado intercambio (en inglés) sobre la Maya y la Realidad. Swami les aseguraba qué:
- ¡Todo es Maya! ¡Todo es Maya!
El ambiente se cargó con una energía intensísima, casi eléctrica y en ese momento, con mucha, mucha fuerza, empezó a hacer girar Su mano como si fuera un látigo, rápidamente nos mostró un nuevo Lingham negro. Lo puso sobre el pote de arroz amarillo de mi bandeja.
- ¿Será para que lo puedan ver bien (pensé), por el contraste de color? Me indicó que lo mostrara y eso hice... Seguía con los dos Linghams en mi bandeja, cuando de repente, empezó a repartir sobrecitos con Vibuthi, y todos sabíamos que era el preámbulo de la despedida, Se dirigió a la puerta y nos invitó a salir.
Iba tan emocionada... Me llevaba mi nuevo regalo... ¡Y esta vez, si era para compartir!
Y así lo he venido haciendo, por años.

Significado de: 
Puja o adoración hindú a los Dioses:
El ritual hindú más conocido de adoración a los Dioses se conoce como puja (se pronuncia “puya”) , y se realiza tanto en la intimidad del hogar como en celebraciones masivas que congregan a millones de personas.
Todo el mundo puede hacer una puja. Se trata de dedicar un momento de recogimiento y agradecimiento a los Dioses, en el que se colocan ofrendas ante el altar. (Wikipedia)
Maya: 
En varias religiones hindúes aparecen diferentes significados para Maya (se pronuncia: Maia). Aun así el significado parece centrarse en el concepto de “Ilusión”. Maya es la deidad principal que manifiesta, perpetúa y gobierna la “ilusión” y el sueño de la dualidad en el universo de los fenómenos. Para algunos místicos esta manifestación es real. Cada persona u objeto físico, desde la perspectiva de la eternidad, es como una breve y perturbada gota de agua en un océano sin límites. La meta de la autorrealización espiritual es entender esto, sentir intuitivamente la diferencia entre el yo y el universo como una falsa dicotomía; puesto que la idea de que la conciencia y la materia física, o la mente y el cuerpo son cosas diferentes, es el resultado de una no – iluminada perspectiva. (Wikipedia)








2 comentarios:

  1. Y yo fui una de las personas bendecidas por el agua de tu Lingam! Tomarla por las mañanas era una forma de recibir Su ayuda para mi curacion. Gracias por ser Su amoroso instrumento.

    ResponderEliminar