miércoles, 14 de febrero de 2018

Rendida a Sus pies. - 12 -

Transcurría con calma y alegría mi segundo viaje y pasaría Diciembre en el Ashram.
Se acercaba Navidad y las distintas actividades propuestas para festejarla empezaban a plasmarse y tomar forma.
Tenía un objetivo: Aunque no fuera fácil, quería cantar.
Esa primera vez me sentía muy intimidada respecto de participar, sobre todo por la barrera del idioma, pero confiaba que lo podía hacer con solvencia pues, había integrado conjuntos corales por más de 15 años y era un miembro activo en las sesiones de Bajhans.
Me habían contado que había muchas opciones para ayudar. Además del concierto de Nochebuena, también estaba la obra de teatro infantil que se presentaría el día 25, o se podía colaborar con la decoración, la escenografía, la atención de los niños, etc.
Yo solo tenía dos objetivos en mente:
1) Formar parte del coro grande, el principal, al que se unen viajeros del mundo, peregrinos de todas las naciones, que en esos días específicos, convergemos en el Ashram para cantar villancicos tradicionales y canciones devocionales adaptadas al tiempo de Adviento o:
2) Cantar con el conjunto más pequeño que acompañan, musicalmente, la pequeña obra de teatro que se ofrecía la tarde de Navidad, en el escenario del Poornachandra, el gran Hall cerrado dedicado a eventos multitudinarios.
Decidí que participar de la obra de teatro me haría todo más difícil así que, junté coraje y me uní a los cientos de integrantes que anhelábamos incluirnos en el multitudinario Coro Principal.
No recuerdo bien como llegué allí la primera vez. Probablemente siguiendo la larga fila de personas que se dirigían hacia uno de los viejos, enormes galpones donde se nos había convocado para poder registrarnos.
Fue una experiencia maravillosa por más de una razón. Por un lado, disfrutaba mucho el placer de cantarle a Swami, en Su presencia, pero también me parecía extraordinario que aquí, la celebración, se concentrara en el aspecto espiritual del evento y no en el consumismo descabellado al que se llega en Occidente. ¡Eso llenaba mi corazón de esperanzas!
Esa primera participación en el coro Navideño, me hizo sentir tan feliz que a partir de entonces, organicé cada viaje que hice de manera de poder estar presente en Diciembre.
Puedo decir sin temor a equivocarme, que todas fueron experiencias maravillosas y las disfruté al máximo. Sobre todo, porque varias veces, pude compartir esta alegría junto a mi hija Fernanda.
Gracias a la insistencia de los hispanohablantes, en más de una ocasión cantamos en español, para nuestro alivio y contento.
Una de las veces, Swami eligió quedarse en el Ashram de Whitefield, que es bastante más pequeño que el de Puttaparthi y esta circunstancia complicó ligeramente el desarrollo de los planes, pero ni eso nos detenía.
En aquella ocasión, Swami nos mandó de regalo a todas las ladies cantantes, un bello saree estampado para cada una. ¡Hermoso! No lo sé (o no lo recuerdo con certeza), pero creo que a los hombres también se les entregó una kurta.
Este recuerdo me lleva a otro que necesita un poco de explicación.
Como ya les conté anteriormente, elegía quedarme sentada  esperando a Baba entre una actividad y otra ¿Lo recuerdan,  verdad? Esta vez no era la excepción, sobre todo, porque me había tocado primera fila y la cuidaba esperando la hora de los Bhajanes. Era temprano por la mañana y, si bien todavía no hacía demasiado calor, el sol se hacía sentir cada vez más... No me importaba.
No habíamos quedado muchas mujeres en el compound, pero de la primera fila nadie se movía y muchísimo menos yo, porque ya había aprendido que por mi tamaño, necesitaba ocupar “¡una plaza y media!” Y si me paraba, siquiera a tomar agua, las hindúes (delgadas y flexibles) se corrían dejando los escasos 30 cms. que medía el almohadón y eso no era espacio suficiente para toda mi “humanidad”. Por lo que, estoicamente, soportaba el sol o lo que fuera por la alegría de ver pasar a Swami a mi lado, y en eso estaba cuando...
Después de Darshan, Él se había retirado a Sus aposentos privados, al fondo del Poornacandra Hall. Inesperadamente Lo vimos volver y dirigirse hacia donde estábamos sentadas. La emoción nos desbordaba… al pasar a mi lado Me mira y me hace una pregunta que, por supuesto, no entendí...
- ¿Qué Swami?
- ¡Where are your .....?
Me preguntaba dónde estaban mis ¿.....? Y yo seguía sin entender la última palabra. Me desesperé.
- ¿Lo siento Swami, no te entiendo ¿Qué...?
Lo repitió por última vez, mientras Se alejaba y yo, aún no comprendía que me había preguntado.
Estaba devastada.
- ¡Como puede ser que Dios me hable y yo no lo entienda! Me reprochaba a mí misma, muy afligida, una y otra vez.
Una señora sudafricana estaba sentada a mi lado y recurrí a ella pues hablaba fluidamente inglés.
- ¿Que me dijo? La interrogué (casi llorando) y ella, un poco sorprendida y algo confundida, encogiéndose ligeramente de hombros me dijo:
- No lo sé... Creo que dijo: “Where are your bangles”, pero no estoy segura. ¡No lo sé! Ella suponía que me había preguntado por mis brazaletes, aunque no estaba segura.
En India, todas las mujeres usan muchas pulseras y brazaletes. Acabo de recurrir a Google por una explicación y encontré esto:

“...La mujer hindú utiliza las pulseras para adornar sus muñecas, ya que consideran desfavorable llevar los brazos al descubierto. Si está casada, lleva mayor cantidad de pulseras; porque simbolizan el amor de su esposo y la honradez de ser madre; estas joyas están elaboradas en materiales como oro, plata o bronce.

Debo aclarar que JAMÁS usé pulseras, entre otras cosas, porque desde muy pequeña padecí eccemas severas y, no soportaba casi nada que pudiera estar rozando sobre la piel. Collares tampoco.
Como no estaba segura de la explicación de la señora sudafricana, la frase me rondaba sin cesar en la cabeza y ese fue el momento en el que me propuse, firmemente, aprender inglés y créanme que lo intenté.

Apenas regresé a Argentina, busque un profesor que vino por un tiempo a darme una hora de clases, dos o tres veces por semana, pero... El acento hindú es muy marcado, y yo quería entender “eso”. Poco tiempo antes me habían mandado algunos videos cassettes. Elegí uno donde distintas personalidades (Issac Tigrett, Andrew Wood, escultor y Keith Critchlow, arquitecto especializado en arquitectura y geometría sagrada, quien había sido comisionado para el diseño y construcción, entre varios otros) y algunos de los médicos autorizados (Dr. Bhagwat, administrador designado por Swami o el Dr. Safaya director del Hospital), hablaban del proyecto del Hospital de Super Especialidades. Ellos contaban como se había llevado adelante el mismo, construido en solo un año, a unos cuantos kilómetros del ingreso al Ashram. Los doctores tenían un acento muy marcado y solo por eso, me sentaba a verlos una, y otra y otra vez.

Mientras cocinaba los escuchaba, si andaba por la casa, los escuchaba y me dormía escuchándolos.
(Aquí pueden ver ese video. Para mi alegría lo encontré subido en Vimeo: https://vimeo.com/58123293).
Alguien me regaló otras grabaciones donde se lo veía a Swami en distintas actividades y se lo escuchaba hablar, varias veces. Este también lo ponía con frecuencia. En una de las escenas se veía a Sylvia, una señora de USA, que varias veces dirigió el coro de la obra de teatro de los niños, y también, el último concierto al que yo asistí. Había una escena en particular que repetí mil veces, Allí podía ver cuando Swami los había ido a visitar sorpresivamente, durante un ensayo y mientras dejaba que los niños participantes de la obra le besaran los pies, la mira a Sylvia y le pregunta, claramente:
- ¿Did you get your saree? (Recibiste tu saree)
Y ella, muy feliz, mostrando el que tenía puesto, respondía:
- ¡Si, Swami!
Todo este largo preámbulo viene a cuento pues, en alguno de estos tantos conciertos, un par de días antes de la Nochebuena, nos ordenaron sentarnos, rápidamente, en filas enfrentadas y Él mismo nos repartió, una a una, a todas las señoras involucradas en los festejos, un fino saree de algodón blanco. El día 24, minutos antes de empezar el concierto, cuando Swami se acercó a nosotros, tan amable y amoroso como siempre, me mira desde una cierta distancia y (no lo podía escuchar, solo lo entendí por el movimiento de los labios que mil veces había visto durante mi aprendizaje de inglés), con una sonrisa me pregunta:
- ¿Did you get your saree? (¿Recibiste tu saree?)
Y yo, más feliz que nunca, tomándolo por el borde, mientras sacudía el pallou, contesté:
- ¡Si, Swami, es este, gracias!
Mucho tiempo después, se me ocurrió pensar que, quizás también había sido una broma de Su parte, recordando mi primer (frustrado) saree y mi rabieta...
Mi último viaje fue en el año 2002. Solo por 25 días para poder integrar el coro de Navidad.
Desde principios del año 2000 me había dedicado a cuidar a mi viejito. Tenía una mala condición irreversible, y me di cuenta que yo era la única de sus hijos con disponibilidad de tiempo para poder dedicárselo y eso hice.
Poco tiempo atrás, había entregado a las nuevas autoridades de la Org. Sai las llaves del Centro Sai de Bariloche y, dedicada a cuidar a mi padre, en Mendoza, pocas veces pude volver a participar de reuniones de canto o trabajos sociales. No lo lamentaba, creía que estaba haciendo lo que mi corazón me indicaba que era necesario, pero nunca más tuve una participación activa como había sido hasta entonces.
No sabía que no volvería y creo que no me “despedí” apropiadamente... Si es que ESO fuera posible.
Ensayamos mucho y canté con mucha alegría, pero me mantenía pendiente de lo que sucedía en casa de mi padre. Estaba segura de que lo cuidaban bien, pero ansiosa, no terminaba de “entregarme” a la experiencia.
Creo que pasaron solo dos días, luego del concierto, cuando después de Darshan, veo a Sylvia que se movía a gatas entre las mujeres y llamaba a las que habían integrado el coro, las llevaba a otro espacio y, las sentaba formadas en filas paralelas y enfrentadas. No estaba segura, y esperé hasta que (finalmente), también me llamó. Una de las últimas. Como ya no quedaba lugar en el espacio asignado, a algunas otras integrantes y a mí, nos hicieron sentar sobre un costado, al fondo. Como fuera, yo me sentía feliz, confiaba en que también vendría donde estábamos.
Con esa certeza, me puse a limpiar (¡Aún más!) el piso por donde caminaría Swami y, convencía a mis vecinas de hacer lo mismo. No dejamos ni un grano de arena.
Cuando Baba salió a la veranda, observó todo el panorama  y desde allí, finalmente, muy despacio, fue acercándose a nosotras. Todas en la fila estábamos radiantes. Nos derretíamos de AMOR...
A medida que avanzaba, hacía algún comentario por aquí y por allá. Cuando llegó frente a mí se detuvo y mirándome fijamente me dice:
- ¿Dónde has estado los últimos dos/tres años?
Y yo, desde mi muy confusa Maya le contesté:
- El año pasado vine, Swami...
El hizo girar Su mano, materializó Vibuthi que puso sobre la mía y, mientras lo “defendía” de mis vecinas que resolvieron “hacer uso” sin permiso, le pedí un papelito a la mataji. Quería guardar algo para compartirlo con mis seres amados.
No sabía... De verdad no sabía que era la última vez que Lo vería con esa, Su forma tan amada por mí.
Pasaron varios años antes de darme cuenta, de comprender realmente, la verdadera intención (creo, me parece) de Su pregunta.
Habían pasado dos, casi tres años, desde mi última participación activa, comprometida, dentro de la Organización Sathya Sai de Argentina. Al menos... Eso pienso ahora.

1 comentario:

  1. Me regodeo leyendo tus satsangs querida Silvia. Los adoro. No puedo dejar de imaginar las escenas cuando te leo. Y el libro... para cuándo? Creo que Swamiji ya te ha concedido el permiso. Sai Ram. Abrazo!

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