Rendida a Sus pies – 3 -
Relatos - Satsang
Relatos - Satsang
No había encontrado a nadie con
quien compartir mi búsqueda, mis desconciertos y ese “llamado del alma” que me
impulsaba a seguir tratando de saber más acerca de este hombrecito de abundante
cabellera negra, piel oscura, vestido con una túnica naranja, ese maestro
que vivía en India, que materializaba cosas (si pudiera poner emojis, agregaría
acá la carita de: ¡Máximo asombro!) y pregonaba el Amor, la Verdad, la Paz,
como los verdaderos pilares de la humanidad.
Buscando por todos lados,
conseguí un libro que leía con avidez, mientras era zarandeada por un vendaval
de emociones encontradas. El autor, reconocido siquiatra norteamericano,
relataba con un lenguaje cotidiano, actual y accesible, milagros y maravillas
que sucedían en torno a este gurú hindú. Estos podían suceder en India
y/o en diferentes ciudades a miles de kilómetros de distancia, simultáneamente…
O no. Contaba cómo veían brotar cenizas desde una fotografía o la mejoría en la
salud de una paciente o una imagen en un altar del que manaba miel (Amrita) a
raudales… No podía creerlo y sin embargo, sabía que todo era verdad. Las
historias me conmovían, me hipnotizaba el asombro y me revolvía en la
incredulidad.
Era hora de volver a trabajar
después del descanso de mediodía y, cuando mi jefe Tito me vio llegar se puso
de pie y apoyándose enérgicamente sobre el mostrador, de sopetón me dijo:
-
“¿Sabes…? Estoy leyendo un libro que: ¡Me vuela la cabeza!”
Un poco sorprendida respondí:
-
“¿¡Sabes que yo también!?”
-
“¿Ah, sí? ¿Y qué estás leyendo?!
-
“Sai Baba y el psiquiatra de Samuel Sandweiss, ¿Y vos?”
-
“¿¡Sabes que yo TAMBIÉN?!”
Quedamos mudos por unos segundos,
mirándonos asombrados, maravillados y sin poder creer en la coincidencia.
Por crianza Tito es judío, yo
católica, ninguno de los dos practicantes… Nunca se había presentado la
oportunidad de conversar sobre espiritualidad o cosa parecida y, de repente,
sin ponernos de acuerdo o haber tenido jamás la intención de referirnos a temas
parecidos, los dos leíamos el mismo libro, a los dos nos provocaba el mismo
efecto detonador, explosivo y a ambos nos parecía que valía la pena seguir
indagando.
Como si se hubieran abierto
compuertas, la emoción contenida nos desbordó y hablábamos al mismo tiempo,
entusiasmados, consultando, preguntando, recordando y repitiendo pasajes del
libro en cuestión.
Habían pasado solo un par de días,
cuando Tito llega al local, muy emocionado.
-
“Acabo de encontrarme al flaco Repetto”, me dijo.
-
“Volvió ayer de India, estuvo en el Ashram (lugar de residencia) de Sai Baba.
Dice que vayamos a tomar el té el sábado, y nos contará sus experiencias.”
-
“¿Yo también puedo ir?”
-
“Si, claro ¡Vamos todos!”
A esta altura de los
acontecimientos, yo ya no podía pensar que todo era casualidad… Antes nunca
había oído ni una palabra sobre este Maestro Sai Baba y de repente, me “bombardeaban”
con información desde todos los costados.
Ese sábado, a las 17 hs. muy
puntuales, fuimos encontrándonos en la dirección indicada y… Recuerdo poco de
lo hablado. Solo sé que cada vez me sorprendían más y más las historias que
escuchaba, pero, lo que no podré olvidar jamás es cuando Marcelo (Marcelo Repetto,
prestigioso médico traumatólogo), muy conmovido contó que, habiendo emprendido
el camino de regreso a Argentina, hizo una parada en el hogar de un devoto en Whitefield
(pequeña localidad cercana a Bangalore, donde existe otro Ashram con escuelas y
universidades que lo rodean). Mientras el dueño de casa salía a hacer unas diligencias,
él se había sentado en la sala de oración de la casa y habiendo entrado en una
meditación profunda, no fue consciente del tiempo transcurrido hasta que oyó las
voces emocionadas del dueño de casa y varios amigos que murmuran: “¡Qué gran
bendición, qué gran bendición! ¡Qué auspicioso!” Así, casi llorando, lo llamaban
para mostrarle como, durante el tiempo que permaneció sentado allí, de manera
espontánea y milagrosa, todo su cuerpo se había ido cubriendo con abundante
Vibhuti, de la cabeza a los pies… Incluso el sitio debajo de su asiento!
¿Cómo no recordarlo, verdad?
(Aclara Marcelo que, en esa sala
de oración el Vibhuti brotaba abundantemente de cuadros, fotos, imágenes y otros
elementos de devoción).
Comparto una foto reciente de Carlos Bastías y Tito Suez
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