sábado, 27 de enero de 2018


Rendida a Sus pies – 3 -

Relatos - Satsang

No había encontrado a nadie con quien compartir mi búsqueda, mis desconciertos y ese “llamado del alma” que me impulsaba a seguir tratando de saber más acerca de este hombrecito de abundante cabellera negra, piel oscura, vestido con una túnica naranja, ese  maestro que vivía en India, que materializaba cosas (si pudiera poner emojis, agregaría acá la carita de: ¡Máximo asombro!) y pregonaba el Amor, la Verdad, la Paz, como los verdaderos pilares de la humanidad.
Buscando por todos lados, conseguí un libro que leía con avidez, mientras era zarandeada por un vendaval de emociones encontradas. El autor, reconocido siquiatra norteamericano, relataba con un lenguaje cotidiano, actual y accesible, milagros y maravillas que sucedían en torno a este gurú hindú. Estos podían suceder  en India y/o en diferentes ciudades a miles de kilómetros de distancia, simultáneamente… O no. Contaba cómo veían brotar cenizas desde una fotografía o la mejoría en la salud de una paciente  o una imagen en un altar del que manaba miel (Amrita) a raudales… No podía creerlo y sin embargo, sabía que todo era verdad. Las historias me conmovían, me hipnotizaba el asombro y me revolvía en la incredulidad.
Era hora de volver a trabajar después del descanso de mediodía y, cuando mi jefe Tito me vio llegar se puso de pie y apoyándose enérgicamente sobre el mostrador, de sopetón me dijo:
-          “¿Sabes…? Estoy leyendo un libro que: ¡Me vuela la cabeza!”
Un poco sorprendida respondí:
-          “¿¡Sabes que yo también!?”
-          “¿Ah, sí? ¿Y qué estás leyendo?!
-          “Sai Baba y el psiquiatra de Samuel Sandweiss, ¿Y vos?”
-          “¿¡Sabes que yo TAMBIÉN?!”
Quedamos mudos por unos segundos, mirándonos asombrados, maravillados y sin poder creer en la coincidencia.
Por crianza Tito es judío, yo católica, ninguno de los dos practicantes… Nunca se había presentado la oportunidad de conversar sobre espiritualidad o cosa parecida y, de repente, sin ponernos de acuerdo o haber tenido jamás la intención de referirnos a temas parecidos, los dos leíamos el mismo libro, a los dos nos provocaba el mismo efecto detonador, explosivo y a ambos nos parecía que valía la pena seguir indagando.
Como si se hubieran abierto compuertas, la emoción contenida nos desbordó y hablábamos al mismo tiempo, entusiasmados, consultando, preguntando, recordando y repitiendo pasajes del libro en cuestión.
Habían pasado solo un par de días, cuando Tito llega al local, muy emocionado.
-          “Acabo de encontrarme al flaco Repetto”,  me dijo.
-          “Volvió ayer de India, estuvo en el Ashram (lugar de residencia) de Sai Baba. Dice que vayamos a tomar el té el sábado, y nos contará sus experiencias.”
-          “¿Yo también puedo ir?”
-          “Si, claro ¡Vamos todos!”
A esta altura de los acontecimientos, yo ya no podía pensar que todo era casualidad… Antes nunca había oído ni una palabra sobre este Maestro Sai Baba y de repente, me “bombardeaban” con información desde todos los costados.
Ese sábado, a las 17 hs. muy puntuales, fuimos encontrándonos en la dirección indicada y… Recuerdo poco de lo hablado. Solo sé que cada vez me sorprendían más y más las historias que escuchaba, pero, lo que no podré olvidar jamás es cuando Marcelo (Marcelo Repetto, prestigioso médico traumatólogo), muy conmovido contó que, habiendo emprendido el camino de regreso a Argentina, hizo una parada en el hogar de un devoto en Whitefield (pequeña localidad cercana a Bangalore, donde existe otro Ashram con escuelas y universidades que lo rodean). Mientras el dueño de casa salía a hacer unas diligencias, él se había sentado en la sala de oración de la casa y habiendo entrado en una meditación profunda, no fue consciente del tiempo transcurrido hasta que oyó las voces emocionadas del dueño de casa y varios amigos que murmuran: “¡Qué gran bendición, qué gran bendición! ¡Qué auspicioso!” Así, casi llorando, lo llamaban para mostrarle como, durante el tiempo que permaneció sentado allí, de manera espontánea y milagrosa, todo su cuerpo se había ido cubriendo con abundante Vibhuti, de la cabeza a los pies… Incluso el sitio debajo de su asiento!
¿Cómo no recordarlo, verdad?
(Aclara Marcelo que, en esa sala de oración el Vibhuti brotaba abundantemente de cuadros, fotos, imágenes y otros elementos de devoción).



                   Comparto una foto reciente de Carlos Bastías y Tito Suez



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